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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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No hubo más confesiones, ni más promesas aquella noche, sus ropas fueron

desapareciendo al mismo tiempo que Aaron la colmaba de besos por cada

ápice de piel que había en su cuerpo. La sensación de plenitud para Susan era

abrumadora, la calidez de aquellos labios resultaba embriagadora y en el

momento que sintió como su esposo invadía su cuerpo colmándola, volvió a

sentirse completa de nuevo, como si la agonía que había estado sintiendo

durante tantos días se disipara en un instante.

Cada roce de sus dedos, cada caricia de su cuerpo y cada ardiente beso

hicieron que Susan aquella noche, rozase el cielo y culminase en un infinito

placer que guardaría en su recuerdo.

El suave roce en su nuca despertó a duquesa de Buccleuch aquella mañana,

abrió los ojos sintiéndose algo desubicada por no reconocer el lugar hasta que

recordó que se encontraba en los aposentos de su propio esposo. ¿Habría ido

su doncella Gladys a atenderla?, ¿Se habría extrañado de encontrar su cama

deshecha y sin rastro alguno de su presencia? No le importaba,

probablemente a esas alturas ya habría descubierto que realmente se

encontraba en la habitación del duque donde había pasado toda la noche entre

sus brazos.

Hizo un leve movimiento y notó su propia desnudez junto al cuerpo de su

marido que la mantenía firmemente pegada a su lado. Se deleitó con la

sensación, deseando que cada día del resto de su vida amaneciera del mismo

modo y al pensarlo se reprendió por sus deseos lascivos y poco refinados en

una dama de su posición.

Probablemente iría al infierno, pensó cerrando los ojos y dejándose arrastrar

por la sensación de aquellos dedos que masajeaban lentamente la piel de su

vientre.

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