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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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deseada bajo aquella mirada oscura y aproximó su mano hasta tocarle el

pecho, donde agarró la tela de la camisa e hizo que se aproximara hasta ella

para rozar de nuevo sus labios ansiando sus besos.

Mientras la chaqueta y camisa del duque se perdían en el suelo entre gemidos

y jadeos cada vez más incesantes, el estrecho vestido de Susan no le permitía

abrir lo suficiente las piernas para acogerle entre ellas, así que cuando

escuchó la tela crujir bajo sus manos supo que su esposo había desgarrado la

prenda por pura desesperación y segundos después sentía como era invadida

con aplomo sin poder evitar morderle un hombro ante el abrasador fuego que

la consumía. Aaron no era delicado, nunca lo había sido y aunque en el

pasado lo detestaba, ahora sencillamente lo necesitaba. Necesitaba que él

fuera tal cuál era; un hombre pasional. Se aferró a él con ímpetu en cada una

de sus embestidas, gimiendo al compás, sintiendo como la llenaba y era

colmada.

Susan se arqueó hacia atrás dejándose llevar por el placer que estaba

sintiendo y apreció que las manos de su esposo agarraban firmemente su

pecho sobre la delicada tela hasta que en otro arrebato aferró el escote del

vestido y lo rasgó como hizo previamente para liberar sus pechos y ahora

sintió sus dedos sin ningún impedimento provocando que gimiera con mayor

fuerza.

Aaron estaba enloquecido. Solo tenía que ver a esa mujer semidesnuda

gozando junto a él para volverse completamente fuera de sí. Ella le anulaba el

juicio, perdía cualquier vestigio de razón humana y lo convertía en una bestia

salvaje sin control, pero al diablo si no lo deseaba con todas sus fuerzas, si

cada vez que no estaba al lado de su esposa la deseaba con toda su alma.

No había querido encariñarse con ella, ni desearla, ni apreciarla y mucho

menos fomentar esa intimidad que tenían entre ambos, pero… ¡Al cuerno!

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