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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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cambio ella creía que cuanto antes se iniciaran en la práctica, mejores

bordados harían a muy temprana edad. La costura se consideraba una

cualidad además de un pasatiempo entre las damas. Todas las jovencitas de

buena sociedad sabían leer, escribir, tocar un instrumento, dibujar y bordar.

Aparte de aquello podían dar clases de canto si tenían buena voz, aprender a

bailar para exhibirse en los bailes de sociedad o ejercitarse montando a

caballo para mantener la figura, pero esas nobles artes eran algo menos

comunes y ella debía empezar por lo primordial.

Estuvo muy pendiente de cada una de ellas, enseñándoles a enhebrar una

aguja sin que se hicieran daño a pesar de haberles vendado previamente los

dedos y utilizar una agujar algo vieja que no pinchaba lo suficiente. No

esperaba tener progresos pronto, pero pasar tiempo con ellas haciendo tareas

propias de una dama era fundamental para la buena educación de aquellas

pequeñas.

—¿Es cierto que la señora Edna ya no estará más tiempo con nosotras? —

preguntó Madeleine que era la mayor y su hermana pequeña dejó lo que

estaba haciendo para escuchar atenta la respuesta de su nueva madre.

—Vuestro padre ha estimado que es conveniente que sea yo misma quien

esté a cargo de vuestra educación —contestó Susan de forma dulce mientras

guiaba la mano de la pequeña Diane entre el tejido de encaje algo roído para

enseñarle a hacerlo.

—¿Tú estarás siempre con nosotras? —Insistió Madeleine.

—Si —afirmó Susan—. Seré yo quien esté con vosotras todo el tiempo que

no estéis con la institutriz.

La pequeña sonrisa que emitió Diane hizo que a Susan se le encogiera el

corazón. De alguna forma esas pequeñas niñas le transmitían una nostalgia

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