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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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fueron ordenes explicitas de la señora Edna mi lord. La doncella de la

duquesa quiso entrar para ayudarla, pero le advirtió que no lo hiciera y que se

quedara junto a las pequeñas en la habitación de estas hasta que el parto

terminara.

Aaron se estremeció y su tez pasó al blanco más neutro temiéndose lo peor.

—Coge un caballo y sal inmediatamente hacia el pueblo. No regreses sin esa

comadrona llamada Brenda, ¡Sal ahora! —gritó alterado y su sirviente salió

corriendo.

En cuanto llegó al piso superior intentó abrir la puerta de la recámara de su

esposa y vio que estaba cerrada con llave. Golpeó fuertemente la puerta tres

veces y obtuvo un silencio sepulcral. Así que fue hasta su habitación y

cuando intentó acceder por la puerta que comunicaba ambas habitaciones, vio

que ésta también estaba bloqueada. Eso era inusual, demasiado extraño

teniendo en cuenta que esa puerta jamás tenía la llave a mano.

En el momento que Susan había suplicado porque alguien tirase esa puerta

abajo, escucho unos golpes martilleando aquella madera con firmeza y abrió

los ojos sobresaltada.

—Ni se te ocurra gritar ahora —susurró colocándole el cuchillo en la

garganta.

—¡Abrid ahora mismo la puerta! —gritó lord Buclleuch con firmeza antes de

dar otro golpe ésta vez desde la puerta que comunicaba con su propia alcoba.

Susan gritó a pesar de no poder expresar palabra alguna. ¡Aaron había

vuelto!, ¡Por alguna ilógica razón había regresado!

—No es posible… —susurró la señora Edna—. Él no puede haber vuelto, en

la carta le decía claramente que era un asunto urgente y debía acudir

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