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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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—También es una persona que tiene sus limitaciones Aaron. Si no deseáis

ayudarme puedo hacerlo sola, lo he hecho en otras ocasiones —aseguró

Susan con una sonrisa como si su terquedad no le molestase y haciendo caso

omiso de su presencia se inclinó hacia abajo pasando un paño por el cabello

para eliminar la humedad.

—¿Qué se supone que debo hacer? —Su voz sonaba suave, casi

aterciopelada, como si tratara de disculparse.

—Solo debes coger mechones pequeños y pasarlos delicadamente sobre el

paño para eliminar el exceso de agua, de esa forma se secará antes…

Tenerle tan cerca comenzó a abrumar a Susan, tal vez no era una buena idea

que le ayudase teniendo en cuenta que él la alteraba de sobremanera,

sobretodo cuando inconscientemente era dulce sin apenas darse cuenta,

precisamente como lo estaba siendo ahora.

Con suma delicadeza Aaron fue cogiendo cada mechón de aquel cabello

rojizo y pasándolo por aquel paño seco que poco a poco comenzaba a

humedecerse. La tarea no tenía ninguna complejidad y a pesar de que aquella

labor fuera propiamente de una de sus doncellas, sintió la cercanía de su

esposa con más fuerza e ímpetu que nunca, como si esa simple acción le

hiciese estar más cerca de ella a pesar del silencio que les embriagaba.

—¿Es verdad que naciste en esta habitación?, ¿En ese lecho? —preguntó

Susan iniciando una conversación para romper aquel mutuo silencio.

—Supongo que fue Nanet quien te dijo eso.

—Quizá le pareció un detalle que tu esposa lo supiera, desde luego fue toda

una sorpresa porque creí que esta era una propiedad que habías adquirido con

el paso del tiempo y no una reliquia familiar —admitió cogiendo otro

mechón de cabello.

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