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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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sirvan la cena en su habitación —contestó sin un atisbo de emoción.

—¿Tiene algo que ver la destitución de sus funciones con su estado de

ánimo? —preguntó Susan sin poder evitarlo.

—No lo creo —dijo despreocupado—. Acepto de buen agrado mis órdenes,

por tanto, no creo que esas sean las razones.

Su comentario le dejo lo suficientemente claro que ese hombre no conocía en

absoluto los pensamientos de una mujer. Era más que evidente que la señora

Edna habría aceptado de buen agrado las órdenes porque no tenía otra opción,

pero resultaba obvio que no le había sentado nada bien que la relegaran a un

simple mueble más de la casa. Alguien que viviría con ellos como si

estuviera mendigando cobijo en aquel lugar, puesto que las razones por las

que hasta ahora había estado ya no existían. Esa mujer debía de estar

indignada y posiblemente enfadada, por eso no estaba allí presente.

—Me alegro entonces de que haya tomado de buen agrado la noticia —

contestó Susan sin revelar sus sospechas y acto seguido se llevó la copa de

vino a los labios dando un pequeño sorbo. Aún no estaba demasiado

acostumbrada a tomar alcohol en las comidas.

—¿Se han portado bien mis hijas? —La pregunta del duque hizo que casi se

atragantara. Posiblemente era la primera vez que le escuchaba interesarse

verdaderamente por ellas.

—Si —afirmó rápidamente—. Son unas niñas estupendas. Lo cierto es que

debe sentirse orgulloso de ellas, tienen una gentileza que poseen pocas damas

de alta alcurnia.

—Me sentiré más orgulloso de ellas el día que tenga un heredero que

continúe el apellido Buccleuch —afirmó severamente.

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