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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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inaudita, una preocupación que jamás había tenido por ningún ser, tal vez

solo se debía al hecho de que era consciente que sus vidas no debían haber

sido nada fácil hasta ahora. Sin una madre por la cual guiarse y con el único

ejemplo de una abuela dictadora y demasiado estricta en sus normas.

—¿Tú también nos azotarás si nos portamos mal? —preguntó algo dubitativa

Madeleine.

—No. Eso jamás ocurrirá. —Negó Susan. Su mano se acercó inevitablemente

hacia la mejilla de la pequeña niña de seis años que por ser la mayor intuyó

que debía haber soportado más castigos severos que su hermana pequeña por

parte de su abuela materna—. Os prometo que haré todo lo que esté en mi

mano para que nadie vuelva a trataros de esa forma. Os doy mi palabra.

—Si eres la esposa de padre, ¿Te podemos llamar madre? —La pregunta por

parte del inocente rostro con cabellera rubia de Diane cogió por sorpresa a

Susan.

—¡Diane! —exclamó Madeleine—. Disculpe a mi hermana lady Susan.

Sabemos que no le debe agradar que la llamemos madre.

—¿Por qué no debería de agradarme? —preguntó aturdida. Realmente no se

había planteado esa opción, pero… ¿No eran en el fondo sus hijastras?

Prefería que la llamasen madre, antes que madrastra.

«Madre» susurró mentalmente. Realmente para esas chiquillas ella era lo más

cercano a una madre.

—A lady Rebecca no le gustaba que la llamase madre y la señora Edna me

explicó que una dama solo quería que la llamaran de ese modo sus

verdaderos hijos, así que yo nunca podría llamar madre a la esposa de padre,

ni tampoco Diane después de que muriese lady Rebecca.

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