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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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con la mirada perdida.

Había llorado tantas lágrimas en silencio que probablemente ya se había

quedado completamente seca por dentro.

—Sabe que no me iré hasta que se lo tome, así que háganos un favor a

ambas, tómelo y la dejaré descansar —insistió Gladys.

La doncella era consciente de que lady Susan no se encontraba bien. Había

perdido su vitalidad, su brillo y probablemente sus ganas de vivir. En cuanto

consiguió que entrara el alimento suficiente para quedar satisfecha, pensó que

tendría que hacer algo que animara a su señora, así que sin mencionar a nadie

hacia donde se dirigía, salió de casa por la puerta del servicio y se escabulló

entre las calles hasta llegar a la mansión de los duques de Sheraton, donde se

alojaba lady Julia, la mejor amiga de su señora.

Gladys sabía leer, pero no escribir. Por tanto, decidió ir personalmente a

contarle tal y como estaban las cosas en lugar de mandar a uno de los

empleados de la casa con el mensaje a lady Julia. En cuanto le contó a la

duquesa de Sheraton la situación lamentable en la que se encontraba su

señora, Julia no dudó un solo instante en ataviarse para salir inmediatamente

a visitar a su mejor amiga.

Susan abrió los ojos cuando comenzó a escuchar voces que irrumpían en su

habitación y un remolino de color bronce según podía apreciar el color del

vestido no cesaba de dar órdenes.

—¡Corran las cortinas y abran las ventanas! —exclamó esa voz femenina—.

Aquí huele como si llevaran meses sin ventilar la habitación, ¡Y traigan flores

frescas inmediatamente!

—¿Julia? —exclamó Susan atónita de que su amiga se encontrara allí

presente dando órdenes a sus empleados.

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