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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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ser la más joven de todas ellas, quien tenía una respuesta mucho más

razonada de los hechos. Si. Definitivamente era ella con quien debía hablar

inmediatamente para desahogar sus pensamientos.

Llamó a la campana para avisar que su doncella se presenciara en su

recámara e instantes después observó a Esther entrando por la puerta con una

jarra de cerámica que con toda seguridad portaría agua fresca.

—Buenos días mi lady —anunció con entusiasmo la doncella vertiendo el

agua en la palangana y comenzando a ventilar la habitación.

—Buenos días Esther —contestó Susan—, ¿Es muy temprano? —preguntó

completamente desconcertada.

—En absoluto mi lady. Ya es media mañana, pero su esposo dejó dicho que

no la despertáramos dado su estado.

—¿Su excelencia mencionó expresamente que me dejaran descansar? —

exclamó Susan completamente absorta ante aquella confesión de su doncella.

Esther no dejaba de moverse por la habitación de un lado a otro adecentando

la estancia, como si aquella conversación fuera de lo más trivial pese a que no

lo fuera.

—Si mi lady —afirmó recogiendo el vestido que su dama había llevado el día

anterior para abullonarlo y colocarlo debidamente en el armario—. Se lo dijo

a la señora Edna y ahora toda la casa sabe que usted está embarazada.

En aquel momento Susan no sabía si alegrarse o no de saber aquello. Aunque

confesar la noticia no tuvo la reacción que ella habría imaginado, lo cierto es

que tal parecía que su esposo estaba tomando las medidas oportunas para que

ella se sintiera cómoda. Se preocupaba por ella, ¿Y si de algún modo no

acudió a su lecho por esa razón? Tal vez creyó que enfadado no era la mejor

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