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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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señora Nanet para que suba a ayudarla —contestó la señora Edna cerrando la

puerta y dejándola allí con aquel sentimiento de soledad que comenzó a

aturdirla sabiendo que su esposo no estaría.

«Aaron vuelve. Por favor… regresa a mi» pensó desde lo más profundo de su

alma rogando a Dios que por alguna razón él la escuchara.

En el momento que Nanet entró por la puerta Susan se calmó a ver a la buena

mujer acercarse hasta ella y sentándose a su lado.

—La señora Edna me dijo que subiera de inmediato, ¿Qué le ocurre? —

preguntó la mujer algo preocupada.

—Creo que mi hijo está en camino Nanet. Va a nacer ahora —dijo

acongojada—. Y Aaron no está aquí… —añadió algo aterrada.

De pronto un fuerte golpe hizo que se volvieran y la señora Edna cerró la

puerta con llave.

—¿Qué hace? —exclamó Nanet irguiéndose y acercándose hasta ella—. ¿Por

qué cierra con llave?

—Para asegurarme de que nadie entre —ratificó la señora Edna antes de

asestarle un golpe en la cabeza y provocar que la mujer se tambalease antes

de caer al suelo.

—¡Está loca! —gritó Susan aterrada y otro dolor atravesó su vientre por lo

que chilló de conmoción.

—No. No estoy loca —aseguró la mujer acercándose hasta ella—, pero me

aseguraré de que usted o alguna otra mujer, le de un heredero al duque de

Buccleuch —afirmó antes de que le acercara un paño a la cara con el que

Susan pensó que trataría de ahogarla, pero lo cierto es que en cuanto trató de

respirar cogiendo aire, aquel olor fuerte hizo que perdiera el conocimiento.

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