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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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—Si, yo misma envié a Beatrice para ver si las damas deseaban tomar el té —

contestó la mujer como si recordase perfectamente los hechos.

—Entonces fue usted quien lo preparó, ¿no? Tenía un aroma peculiar y

desearía que volviera a prepararlo…

—No tendría ningún inconveniente mi lady, pero es exactamente el mismo

que está tomando ahora —corroboró la mujer algo confusa.

—¿Este? —exclamó Susan mirando la taza con un color mucho más claro del

té que le sirvieron aquella tarde. No era el mismo, estaba segura de que no lo

era.

—Siempre preparo el té del mismo modo, la única que lo hace distinto es la

señora Edna que suele echarle unas hierbas especiales que dice que son muy

buenas y oscurecen el color. Si quiere mi opinión, a mi su té no me gusta,

pero obviamente no puedo decir nada. Desde que usted está aquí ella misma

le echa esas hierbas todas las mañanas al té, hasta que hace unos días el

duque se quejó del sabor porque se lo sirvieron por error y ya no ha vuelto a

hacerlo.

—Tal vez tenga un recuerdo algo distorsionado de ese momento y lo

recordaba mucho más agradable que ahora —admitió Susan esperando que

no sospechara que estaba mintiendo.

—No se preocupe mi lady. A partir de ahora yo misma le serviré el té cada

vez que lo desee, así esa entrometida mujer no se lo estropeará por más

insistente que sea diciendo que es beneficioso para la salud —mencionó

llevándose la bandeja de plata hacia la cocina y dejando a Susan sumida en

una vorágine de sensaciones contradictorias.

¿Tendría algo que ver la señora Edna y su té en la interrupción de su

embarazo? Probablemente hasta que no hablase con Emily no podría

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