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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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En cuanto apareció en el comedor, sus ojos azules se posaron sobre aquel

rostro perfectamente curtido y moldeado que tenía la mirada distraída en

algún documento como si lo estuviera leyendo con sumo interés. Estaba solo,

no había rastro alguno de las niñas y pensó que no deberían tardar en bajar,

quizá había madrugado más de la cuenta pero la impaciencia la había hecho

no aguardar la espera.

—Buenos días, Aaron —pronunció acentuando su nombre para que se diera

cuenta de su presencia.

—Buenos días… Susan —terminó de pronunciar Aaron tras observarla y

perder la vista en aquella trenza que bajaba sobre los hombros de su esposa y

que llegaba hasta la cintura. Nunca la había visto de aquella forma, en alguna

ocasión había gozado de verle el cabello suelto en la intimidad de su

habitación, pero no a plena luz del día, no luciendo tan brillante como lo veía

ahora.

Aaron se fijó en aquellas mejillas sonrosadas, en la dulzura de su rostro y en

aquella piel nítida y suave de su cuello que quedaba expuesta. Era preciosa.

Joven, afable, dulce, apasionada… y era suya. Su esposa. Únicamente de él.

Nunca pensó que aquella mujer que tenía en frente le hiciera sentirse tan

diferente, mucho más jovial y lo cierto es que en las últimas horas podía

afirmar que había gozado demasiado bien de su compañía, de hecho, estaba

deseando de volver a quedarse a solas junto a ella para tener la oportunidad

de volver a tocarla sin reservas.

—¿Aún no han bajado las pequeñas a desayunar? —preguntó Susan mientras

tomaba asiento y comenzaban a servirle el desayuno.

—Si —afirmó el duque—. Lo hicieron hace unos minutos, pero tal era su

deseo de ver de nuevo a los cachorros que les di permiso para que fueran a

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