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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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Definitivamente iba a enloquecer viendo aquello. Sin contenerse un segundo

más la alzó en volandas apretándola contra su cuerpo mientras la dejaba caer

en la pared más cercana de aquella habitación. No le importó carecer de

delicadeza, ni tampoco si le había hecho algún daño, porque al rozar sus

labios junto a los suyos, supo que estaba completamente perdido y obcecado

en hacerla suya de nuevo.

Susan sintió como los dedos del duque la recorrían sigilosamente por su piel

desnuda. Eran cálidos, suaves y delicados al mismo tiempo que la hacían

arder allá por donde pasaban. Mientras ella se deshacía con sus besos nada

tiernos, sino más bien todo lo contrario porque parecía expulsar fuego por la

boca cada vez que su lengua la abrasaba por completo, intentó meter sus

manos bajo la fina camisa que aún llevaba puesta su esposo.

Aaron pareció notar las intenciones de su esposa y cogiéndola de nuevo en

alzas se dirigió con ella hacia el lecho, donde la depositó suavemente

mientras se tumbaba parcialmente sobre ella y se sacaba la camisa quedando

completamente desnudo de cintura para arriba.

Susan se deleitó de nuevo contemplando aquella piel ligeramente bronceada

y curtida en comparación con la suya y antes de que él volviera a besar sus

labios depositó un cálido beso en su pecho que hizo detenerse a su esposo

provocando que la mirase sigilosamente. Decidió aprovechar la ocasión y fue

dejando un rastro con sus labios de forma descendente hasta que llego al

borde de la cintura del pantalón, donde pacientemente desabotonó la prenda

ante la atenta mirada del duque y cuando éste le ayudó a deshacerse del resto

de su vestimenta, el prominente miembro de su excelencia quedó frente a

ella. Más ávida de curiosidad que de otra cosa —puesto que era la primera

vez que lo contemplaba en todo su esplendor—, Susan lo tocó ligeramente y

sintió como el duque maldecía mientras cerraba los ojos y echaba la vista

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