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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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Por un momento Aaron pensó en mentir descabelladamente. Si respondía que

no, aquella tortura se acabaría para siempre, pero si no decía la verdad,

probablemente jamás volvería a sentir el roce de aquellos dedos en su piel.

—Me agrada —admitió—, pero enloquece mis sentidos y no deseo haceros

daño.

—¿Hacerme daño? —exclamó Susan dando un paso hacia atrás—. ¿De qué

forma me haríais daño?

—Os terminaría tomando de forma brusca y posesiva, como…

—¿Cómo hicisteis anoche? —Se atrevió a pronunciar en voz alta.

—Si —afirmó—. Como hice anoche.

—Pero eso es lo que yo deseo —susurró casi en un leve aullido mientras

deshacía el lazo del cinturón de su bata revelando ahora su cuerpo donde se

podía apreciar parcialmente su desnudez—. Es lo que realmente deseo —

reiteró dando a entender que precisamente lo que deseaba revivir era esas

sensaciones que había tenido la pasada noche.

¿Eso era lo que ella deseaba?, ¿Qué fuera brusco?, ¿Qué la tratara con

rudeza? No entendía como podía desear aquello, pero el poco juicio que aún

mantenía presente se disipó completamente cuando su esposa se deshizo de

aquella bata de seda blanca y dejó a relucir una silueta absolutamente

arrebatadora. Quiso adentrarse en ese cuerpo de una forma tan arrolladora

que no estaba seguro de poder dar dos pasos sin que sus pantalones

definitivamente estallaran. ¿De donde diantres había sacado esa prenda?

Debía estar prohibida, es más, probablemente lo estaba porque jamás habría

imaginado que una mujer se pudiera vestir de semejante forma.

En tan solo una zancada el duque se había posicionado frente a Susan y de un

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