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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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no pareció estar al tanto de su ausencia, señal evidente de que ni tan siquiera

la había visitado en todo ese tiempo. Quizá la sensación inicial de que de

alguna forma se preocupaba por ella solo había sido un acto reflejo del

compromiso que habían adquirido, pero parecía que por alguna razón lo

había perdido, porque no había vuelto a ver ningún signo de interés alguno

respecto a ella en el hombre que sería a partir de ese día su esposo.

—¡Despiértala inmediatamente! —escuchó Susan tras la puerta la

inconfundible voz de su madre.

Lo cierto es que no había que despertarla porque definitivamente no había

podido conciliar el sueño en toda la noche. Estaba demasiado preocupada,

inquieta, nerviosa y todos los adjetivos posibles para indicar que era un

manojo de nervios por mucha pasividad que exteriormente reflejara.

—Buenos días señorita Susan —dijo suavemente la doncella más sonriente

de lo habitual, probablemente porque ese era su día. El día de su boda. De su

infernal y fatídico matrimonio.

Susan se limitó a sonreír incapaz de expresar palabra alguna. Le dolía la

cabeza de no dormir y aún era capaz de imaginar que en el último momento

algo que inexplicablemente ocurriría, haría que aquel matrimonio no se

celebrara.

—Enseguida le subiré el desayuno y pronto tendrá el baño listo. Su madre

insiste en que debe estar al menos una hora en remojo para que la piel se

impregne muy bien con la esencia de orquídeas.

—Desde luego —contestó resignada mientras se bajaba de la cama y

haciendo caso omiso del frescor repentino que hacía, no fue capaz siquiera de

coger su bata para taparse, sino que se dirigió hacia la ventana para observar

detenidamente lo que ocurría en el exterior.

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