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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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Las respetaba, les tenía cierto cariño… pero Susan era tan única, tan

maravillosamente especial y tan… ella. Su cuerpo era ese mar en el que

deseaba nadar cada noche y sus ojos azules dos zafiros de los cuáles se

habían convertido en sus joyas más preciosas, había comprendido que

adoraba y deseaba a esa mujer por partes iguales. No entendía que le había

hecho, ni tampoco comprendía cómo lo había hecho, pero se negaba a luchar

más contra sí mismo, a ponerse barreras que frenaran sus más puros

instintos… ella le deseaba tanto como él a ella y no pensaba perder un solo

día más de su vida que no fuera junto a esa mujer, aunque tuviera que

enfrentarse a su miedo más terrorífico; el temor de perderla.

Susan sintió como las manos de su esposo recorrían su cintura hasta apresarla

entre sus brazos y acercarla de tal forma que podía notar la calidez de su

cuerpo junto al de ella. Esa sensación de que no pasara un ápice de aire entre

sus cuerpos le encantaba, era como si estuvieran completamente unidos en

uno solo, entregándose por completo el uno al otro. Notó como se apartaba

levemente y sin decir nada la alzó entre sus brazos, acogiéndola entre ellos

con tanta ligereza que parecía estar habituado a cargar con ella. Se agarró

firmemente a su cuello mientras se deleitaba con ese aroma que tanto había

echado de menos durante aquellas semanas en las que padecía la agonía por

la falta de su contacto y para su sorpresa, en lugar de entrar en su alcoba,

Aaron Buccleuch, su duque, su esposo, su alma completa la estaba llevando

hacia sus propios aposentos por primera vez desde que se habían casado.

—¿Por qué me traes a tu habitación? —preguntó Susan completamente

asombrada. Solo había estado allí en una ocasión y fue tan breve que incluso

apenas pudo reparar en la decoración que la adornaba.

—Porque no deseo interrupciones y porque he deseado tantas veces tenerte

en este lecho, que quiero complacer mis más profundos y ardientes anhelos

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