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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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—Que pase una buena velada lord Buccleuch —terció Sebastián.

—Me conformaría con que solo fuera decente —contestó el duque sin un

ápice de sonrisa evidenciando claramente lo poco que le gustaba tener que

asistir a aquel dichoso baile aquella noche.

Antes de salir de casa se aseguró de que sus hijas estuvieran debidamente en

la cama y en efecto, cuando entró en aquella habitación decorada en tonos

malva, observó entre la tenue luz que proporcionaba una sola vela, los rostros

dormidos de sus hijas pequeñas.

No solía pasar largo tiempo con ellas porque entre otros menesteres no lo

tenía. Sus quehaceres le llevaban demasiado tiempo y lo cierto es que

tampoco sabía cómo pasar el tiempo con ellas, para eso estaba la señora

Edna, que era la propia abuela de Madeleine y que mejor que esa amable

mujer para criar a sus hijas y enseñarle todas las cosas que supuestamente le

deben enseñar a unas damas de su alcurnia, después de todo, ella había

educado perfectamente a su hija así que se había acomodado a que la buena

mujer se hiciera cargo de ellas.

En cuanto dio dos golpes en el carruaje para que iniciara la marcha hacia el

sitio donde tendría lugar la velada, pensó que después de todo, no le vendría

mal darle una madre a sus hijas, aunque no era la principal razón por la que

deseaba una esposa y además, tampoco le hacía especial ilusión que sus hijas

se encariñaran de una mujer que quizá podría correr la misma suerte que sus

anteriores esposas… No. Una tercera vez sería prácticamente una maldición,

aunque tenía que reconocer que el temor existía.

Aquella noche Susan llevaba el cabello debidamente recogido como siempre

hacía, lo cierto es que en más de una ocasión le habría gustado llevar un

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