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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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es que si algo sucedía, si algo salía mal, no quería estar en aquel lugar alejado

de todo y de todos.

—La señora Brenda es una buena comadrona, la mejor de toda la comarca y

Nanet ha asistido unos cuantos partos, incluido el de tu nacimiento, así que sé

que no puedo estar en mejores manos —constató Susan relajada.

No había nada ni nadie que le hiciera cambiar de opinión.

—Está bien, si de verdad es lo que quieres no voy a oponerme. Respetaré tu

decisión, aunque no me complazca —corroboró Aaron resignándose a la

voluntad de su esposa.

En todos aquellos meses que llevaba casado hacía más de un año, había

comprendido que llevarle la contraria a su esposa era causa perdida, sobre

todo porque adoraba infinitamente a esa mujer, y se moría por complacer

cada uno de sus deseos, como si sintiera que de algún modo se arrepentiría de

ello si la perdiese.

Intentaba alejar la idea de su cabeza constantemente. No quería creer que

Susan pudiera correr el mismo fatídico destino de lady Sarah y lady Rebecca

que fueron sus anteriores esposas, pero era tan difícil no pensar en ello que

necesitaba ocupar sus pensamientos con otra cosa cada vez que la idea se

alojaba en su cabeza.

—Mi lord, a llegado una misiva urgente desde Londres —mencionó entrando

en el salón el mayordomo de la casa y ofreciéndole la carta.

Aaron abrió la misiva y devoró los párrafos que contenía con voracidad

levantándose agitadamente del asiento en el que se encontraba y preocupando

a Susan.

—¿Qué ocurre?, ¿Ha sucedido algo grave? —preguntó preocupada.

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