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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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La calma con la que lord Barric hablaba al duque era singularmente amable,

no entendía de donde sacaba aquel hombre tanta paciencia, pero quizá era

realmente un gran amigo de la familia.

—¿Dónde está?, ¿Dónde está ese patán? —exclamó de malas formas.

¿Patán?, ¿Le había llamado patán sin conocerle? Pensó Robert.

—Discúlpele… a veces desvaría —susurró lord Barric.

Pero Robert dudaba mucho que desvariara, más bien no le importaba en

absoluto lo que los demás pudieran opinar de él y trataba probablemente a

todos con la punta del pie.

—Preferiría que me llamase patán después de que me conozca, excelencia.

Puesto que yo tampoco he oído hablar muy bien de usted.

—Así que es cierto que ha venido. Me imagino que en cuanto leyó que es el

futuro duque de Savegner tras mi muerte, debió creer que encontraría oro en

estos viñedos, ¿No es cierto?, ¡Pues se equivoca!, ¡No habrá nada para usted!

—gritó de forma exasperante.

¿Para eso le había hecho venir?, ¿Para decirle que estaba arruinado y que

cuando heredase las propiedades solo tendría deudas y embargos porque no

podría vender las propiedades ligadas al título?

—He venido porque me ha hecho llamar, soy un hombre de negocios

ocupado, así que si me dice que he hecho este viaje de dos días de camino

solo para decirme que está arruinado y solo me dejará deudas, ¡Me lo podría

haber mencionado por carta para que ninguno de los dos perdiera su tiempo!

—exclamó Robert alzando el tono de voz algo exasperado—. ¡Me largo de

aquí!

—¡Alto ahí muchacho! —gritó entonces lord Savegner—. Al parecer tiene

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