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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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Jamás había pensado que aquel ducado fuese a pertenecerle algún día, antes

de él había demasiadas personas que podrían heredarlo, sin embargo; azar,

destino o sencillamente casualidad, tal parecía que era el siguiente en la línea

sucesoria de aquel ducado que un día fue sinónimo de riqueza y gloria

cuando en aquellas destilerías se fabricaba el mejor coñac de toda la ciudad.

Ser un Savegner era símbolo de poder. Nadie habría augurado lo que el

destino se ensañaría con aquella familia, desde entonces el duque se volvió

demasiado desconfiado, detestable y solitario.

Dos días más tarde de recibir aquella carta, Robert Benedict emprendió

camino hacia los viñedos de Savegner, un largo camino que le llevaría dos

días por recorrer. No tenía ni idea que encontraría en aquel destino, tampoco

se había parado a pensar si aquello se trataba de una especie de emboscada,

pero tenía todas las alertas puestas y se había llevado consigo a su empleado

más fornido para que le acompañara. Quizá fueran esas historias para no

dormir que su padre contaba a su hermana menor, las que habían hecho que

tratar con el duque de Savegner no fuera plato de buen gusto.

La mansión que rodeaba a los viñedos lo suficientemente abandonados para

saber que nadie los cultivaba en años, le hicieron pensar que el sitio estaba lo

suficientemente abandonado y casi al borde de la ruina o directamente en la

más absoluta ruina. Un ama de llaves le recibió sin mostrar un atisbo de

sonrisa y pensó que probablemente la amargura del duque de Savegner se

había extendido a lo largo de toda la casa.

—¿Señor Benedict? —La voz de un hombre de mediana edad se hizo

presente en aquel enorme hall de entrada que tenía la casa ahora carente de

muebles y lo suficientemente destartalado para llamar la atención. ¿Es que no

vivía ninguna dama en aquella casa?

—Soy yo. ¿Y usted es…? —preguntó Robert evaluando al caballero que

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