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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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carruaje se detuvo y vieron que habían llegado a casa.

Las pequeñas estaban entusiasmadas con el regreso y más aún con los regalos

que Susan minuciosamente había escogido para ellas; muselinas, vestidos a la

última moda de Francia, muñecas nuevas y pinturas para sus cuadernos de

dibujo.

—¿Qué tal se han portado? —preguntó Susan a su doncella Gladys sin

atreverse a hacerlo directamente a su madre.

—Muy bien mi lady. Su madre las ha llevado a diario a pasear para que

sacaran a los cachorros de casa y su padre las llevó en varias ocasiones a la

fábrica como distracción. Se lo han pasado estupendamente.

—¿Y madre no se ha quejado? —susurró Susan algo extrañada. Su madre

solía quejarse por absolutamente todo, aunque era una buena mujer y de

acciones nobles, lo cierto es que la decisión de dejarlas allí es porque prefería

que tuvieran que soportar las quejas de su adorada madre antes que la rectitud

de la señora Edna.

Quizá se estaba extralimitando, tal vez solo era antipatía lo que le profesaba

aquella mujer, pero fuera como fuera, cada vez que la veía o pensaba en ella

una sensación de frialdad se apoderaba de su cuerpo. Definitivamente esa

señora no le transmitía nada bueno.

—Su madre siempre se queja —susurró en el mismo tono la doncella—, pero

me consta que le ha encantado pasar estas dos semanas junto a las hijas del

duque. Ella misma me reconoció que la alegría había vuelto a esa casa desde

su partida cuando contrajo matrimonio.

Susan sonrió ante aquella confesión y deseó llenar de nietos a sus padres. Por

un instante se imaginó como sería aquella casa repleta de niños corriendo y

jugando por todas partes. Jamás había pensado en tener una gran familia, de

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