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El-sexto-sentido-Ordinales-4-Phavy-Prieto

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seguía completamente absorto de que se hubiera abrazado a él con tanta

efusividad simplemente por regalarle… ¿libros? Era cierto que eran un bien

muy preciado y costoso, pero en menor medida que una gran joya y aunque

desde luego intelectualmente la comparación era incuestionable. Sabía que

Susan era aficionada a la lectura, ya mencionó en su día que deseaba añadir

su pequeña colección a los estantes que tenían en casa y que aún no había

hecho porque le aseguró que debía estar él mismo presente cuando lo hiciera.

Ya habían pasado más de tres largos meses y todavía no le había concedido

esa gracia, es más, prácticamente lo había olvidado hasta ahora que le

demostraba con creces su interés en esa área. Siempre había pensado que el

hecho de que una dama cultivara su mente con la lectura era toda una proeza

y a la vista estaba que las conversaciones de mayor relevancia que había

tenido si comparaba todas sus esposas, eran sin duda con Susan. Verla allí,

inquieta, sonrojada, nerviosa y probablemente tan entusiasmada como si

hubiera recibido el regalo más grande que podían darle le complació.

—No tienes que disculparte. Me satisface que sea de tu agrado.

Susan entendió entonces, que quizá aquella muestra de efusividad que había

tenido sin apenas darse cuenta no le había molestado, es más, casi pareciera

que incluso en cierta forma le había agradado. En ocasiones como esa se

planteaba seriamente si no se había configurado una forma de ser errónea de

él, si la simpleza en aquel comportamiento tan regio solo radicaba en que

jamás había conocido el cariño de otra persona hacia él. Con aquel

sentimiento ahondando en su interior y deseando explorarlo inquisidoramente

alzó una mano hasta colocar la palma de esta sobre la mejilla del duque, él

parecía observarla completamente quieto, como si estudiase su siguiente

movimiento pero sin decir absolutamente nada al respecto.

—Gracias —susurró Susan acariciando aquella mejilla ahora suave

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