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Hubbard, L. Ronald - Dianética - masoneria activa biblioteca

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indicadoras que conducen a la base real de los problemas, y ésa no es conocida de<br />

ninguna forma en detalle por el individuo.<br />

El engrama nunca se "computa". Un ejemplo de esto, a nivel de ligera<br />

aberración, se puede encontrar en el castigo de un niño. Si uno examina una infancia<br />

en la que el castigo ha sido corporal y frecuente, empieza a comprender la total<br />

futilidad de la teoría de "la obligación por el dolor". El castigo, real, literal y<br />

enfáticamente, no hace bien de ningún tipo, sino que logra todo lo contrario, ya que<br />

ocasiona una rebelión re<strong>activa</strong> contra la fuente del castigo, y es probable que cause,<br />

no sólo la desintegración de la mente, sino también un continuo tormento para la<br />

fuente del castigo. El hombre reacciona para luchar contra las fuentes del dolor.<br />

Cuando deja de luchar contra ellas, está mentalmente abatido y es de poca utilidad<br />

para nadie y mucho menos para sí mismo.<br />

Tomemos el caso de un niño al que pegaban con un cepillo cada vez que era<br />

"malo". Al investigar este caso, el más minucioso interrogatorio no consigue revelar<br />

ningún recuerdo vívido de porqué se le castigó, sino solamente que se le castigó. El<br />

desarrollo del suceso sería algo así: actividad más o menos racional, miedo ante la<br />

amenaza del castigo, castigo, tristeza por el castigo, actividad de nuevo. La mecánica<br />

del caso demostró que la persona estaba ocupada con alguna actividad que era para<br />

ella una actividad sobreviviente, tanto si otros lo consideraban así como si no, que le<br />

proporcionaba placer o beneficios reales o incluso la afirmación de que podía<br />

sobrevivir y sobreviviría. En el momento en que se le amenaza con el castigo, entran<br />

en reestimulación, como engramas menores, viejos castigos que generalmente<br />

descansan sobre engramas mayores; esto suspende el poder analítico en cierta medida,<br />

y el registro se hace ahora a nivel reactivo; el castigo tiene lugar, sumergiendo la<br />

consciencia analítica de modo que el castigo se registre únicamente en el banco de<br />

engramas; la tristeza que le sigue está todavía en el período de suspensión analítica; el<br />

analizador se conecta gradualmente; vuelve la consciencia plena y entonces puede<br />

continuar la actividad en un plano analítico. Todo castigo corporal sigue esta<br />

secuencia, y todos los demás castigos son, como mucho, candados que siguen este<br />

mismo modelo, a los cuales sólo les falta la suspensión analítica completa que resulta<br />

del dolor.<br />

Si el analizador quiere estos datos para computar, no están disponibles. Hay una<br />

reacción en la mente re<strong>activa</strong> cuando se aborda el asunto. ¡Pero hay cinco direcciones<br />

que la mente re<strong>activa</strong> puede seguir con estos datos! Y no hay entre el cielo y la tierra<br />

garantía ni método alguno para saber qué dirección seguirá la mente re<strong>activa</strong> con los<br />

datos, excepto conocer todo el banco de engramas; y si se conoce eso, la persona se<br />

podría aclarar con unas pocas horas más de trabajo y no necesitaría ningún castigo.<br />

Estas cinco maneras de manejar datos hacen del castigo corporal algo inestable<br />

y no fiable. Existe una proporción que se puede probar y comprobar en la experiencia<br />

de cualquier hombre: un hombre es perverso en proporción directa a la destructividad<br />

que se ha dirigido contra él. Un individuo (incluyendo a aquellos individuos que la<br />

sociedad suele olvidar como individuos: los niños) reacciona contra la fuente del<br />

castigo, tanto si esa fuente son los padres como si es el gobierno. Cualquier cosa que<br />

se enfrente al individuo como fuente de castigo será considerada, en grado mayor o<br />

menor (como lo es en proporción a los beneficios), como blanco para las reacciones<br />

del individuo.<br />

Los pequeños derrames accidentales del vaso de leche de los niños, ese ruido<br />

que ocurre accidentalmente en el pasillo donde están jugando los niños, ese pequeño<br />

destrozo accidental en el sombrero de papá o en la alfombra de mamá, todas éstas<br />

son, frecuentemente, acciones frías y calculadas de la mente re<strong>activa</strong> contra las

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