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Hubbard, L. Ronald - Dianética - masoneria activa biblioteca

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Doctor Sentencioso podría haber escrito, en 1200 d. de C., que creía que los<br />

verdaderos demonios no existían en la mente; allá por 1782, se oyó decir que la<br />

señora Sofía Buenaesposa estaba segura de que la influencia prenatal había torcido<br />

muchas vidas; en 1846, el Doctor Zamba pudo haber escrito que se podía decir a un<br />

paciente hipnotizado que estaba loco, y que después de esto actuaría de manera<br />

irracional. El Doctor Sentencioso también podría haber dicho que eran ángeles, y no<br />

demonios, los que causaban la enfermedad mental, porque el paciente había sido<br />

malvado; y la señora Sofía Buenaesposa, que las cataplasmas de agua de rosas<br />

curaban los "desvaríos"; el Doctor Zamba podría haber declarado también que los<br />

pacientes hipnotizados sólo necesitaban otras cuantas sugestiones imperativas para<br />

ponerse fuertes y sanos. Resumiendo: por cada dato que se acercaba a la verdad, había<br />

miles de millones que no eran verdad. La parte ausente de cada dato fue la evaluación<br />

científica de su importancia para la solución. Es imposible la selección de unas<br />

cuantas gotas especiales de agua sacadas de un océano de gotas no especiales. El<br />

problema de descubrir datos correctos sólo se podía resolver echando por la borda<br />

todas las evaluaciones anteriores de la humanidad y de la mente humana, así como<br />

todos los "hechos" y opiniones de cualquier clase, comenzando de nuevo,<br />

desarrollando toda la ciencia a partir de un nuevo máximo común denominador (y<br />

cierto es que la <strong>Dianética</strong> no tomó prestado nada, sino que primero se descubrió y<br />

organizó; después de que la organización estuvo completa y se hubo desarrollado una<br />

técnica, se comparó ésta con la información existente).<br />

El punto aquí es que la importancia dada por igual a una clase de hechos no<br />

conduce sino a la más desordenada confusión. Aquí está la evaluación; las opiniones<br />

no son nada, la autoridad es inútil, los datos son secundarios: la clave la representa el<br />

establecimiento de la importancia relativa. Teniendo el mundo y las estrellas como<br />

laboratorio, y una mente para computar la importancia relativa de lo que percibe,<br />

ningún problema puede permanecer sin solución. Dadas grandes cantidades de datos<br />

con evaluación indiferenciada, habrá algo que pueda ser bonito, pero inútil.<br />

La mirada aturdida de los subtenientes de marina recién graduados, cuando ven<br />

por primera vez lo que han leído tan laboriosamente, es testimonio del sistema<br />

educativo tan deficiente que se emplea en la actualidad: el sistema busca entrenar algo<br />

que es perfecto, la memoria; se alinea poco o nada con el propósito o el uso, e ignora<br />

la necesidad de evaluación personal de todos los datos, tanto en su necesidad como en<br />

su uso. Esa mirada aturdida viene del aplastante reconocimiento de que mientras se<br />

posean miles de datos sobre lo que se está viendo no se sabrá si es más importante<br />

leer el cronómetro empleando un sextante o usar sólo tinta azul cuando se escribe en<br />

el cuaderno de bitácora. A estos caballeros se les ha equivocado educacionalmente,<br />

no porque no se les hayan dado miles de datos relativos a barcos, sino porque no se<br />

les ha hablado de la importancia relativa de cada dato y no han experimentado esa<br />

importancia. Conocen más hechos que los menos instruidos, pero saben menos<br />

respecto a la verdadera relación de esos hechos.<br />

Más pertinente para el auditor es que hay dos tipos de mandatos engrámicos que<br />

le dan una evaluación de datos indiferenciada. Las personas que tengan cualquiera de<br />

estos mandatos como contenido principal en el banco de engramas estarán aberradas<br />

similarmente, aun cuando cada una manifieste la aberración con polaridad opuesta.<br />

De vez en cuando, un auditor desafortunado encuentra en sus manos un "no<br />

puedo creerlo". Este caso es sumamente exasperante. Con este mismo título llegan<br />

casos de "lo dudo", "no puedo estar seguro" y "no sé".<br />

Un caso así es fácil de identificar porque cuando llega por vez primera a la<br />

terapia empieza a dudar de <strong>Dianética</strong>, del auditor, de sí mismo, de los muebles y de la

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