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Hubbard, L. Ronald - Dianética - masoneria activa biblioteca

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compasión le proporciona la enfermedad psicosomática crónica. El puede dramatizar<br />

cualquier engrama que tenga cuando éste sea reestimulado.<br />

La emoción, pues, es comunicación, y es una condición personal. La evaluación<br />

de una situación, a nivel celular, depende de cualquier otro analizador que esté<br />

presente, aun cuando ese analizador sea totalmente hostil a ésta. Al carecer de tal<br />

evaluación, el individuo adopta su propio tono por el momento.<br />

Hay otra condición de emoción que es útil y de extremo interés para el<br />

terapeuta, ya que es lo primero con lo que tendrá que tratar al abrir un caso. Nuestra<br />

intención aquí no es la de empezar a discutir la terapia, sino describir una parte<br />

necesaria de la emoción.<br />

Una gran pérdida y otra acción supresora rápida y severa estancan emoción en<br />

un engrama. La pérdida en sí puede ser un choque que reduzca el poder analítico, y se<br />

recibe un engrama. Si se trata de la pérdida de una persona compasiva de la cual ha<br />

dependido un individuo, a éste le parece como si la muerte misma le estuviera<br />

acechando. Cuando ocurre tal efecto supresor es como si se hubiera comprimido en el<br />

interior del engrama un fuerte muelle de acero. Cuando se libera, viene con un<br />

tremendo ataque de emoción, (si es que esta descarga es realmente emoción, aunque<br />

apenas sabemos qué otro nombre darle).<br />

Aparentemente, la fuerza vital queda estancada en estos puntos de la vida.<br />

Puede haber disponibles enormes cantidades de esa fuerza vital, pero una parte de ella<br />

queda suprimida en un engrama de pérdida. Después de eso la persona parece no<br />

poseer vitalidad tan fluida como antes. Esto puede que no sea emoción sino fuerza<br />

vital misma. La mente, pues, tiene bajo sí, como en un quiste, una gran cantidad de<br />

tristeza o desesperación. Cuantas más cargas de éstas existan en estado de<br />

enquistamiento, tanto menos libres son las emociones del individuo. Esto puede ser en<br />

forma de supresión, hasta un punto desde el cual no hay una subida rápida. Nada en el<br />

futuro de la persona parece elevarla hasta algún plano semejante a los que ocupaba<br />

anteriormente.<br />

La gloria y el color de la infancia se desvanecen según uno avanza hacia los<br />

años postreros. Pero lo extraño de esto es que el encanto, la belleza y la sensibilidad<br />

ante la vida no se han perdido. Están enquistados. Una de las experiencias más<br />

notables que tiene un claro es la de encontrar, en el proceso de la terapia, que está<br />

recuperando el aprecio por la belleza del mundo.<br />

Las personas, según van avanzando desde la niñez, sufren pérdida tras pérdida,<br />

y cada pérdida les resta un poco más de esa cantidad theta, que en realidad puede ser<br />

la fuerza vital misma. Constreñida en el interior de ellas, esa fuerza les es negada y,<br />

de hecho, reacciona en su contra.<br />

Solamente este enquistamiento emocional puede, por ejemplo, dividir la mente<br />

de una persona que es multivalente, o que no puede ver u oír su pasado. La mente<br />

analítica, hostigada por el banco reactivo, se secciona y divide, con una pérdida tras<br />

otra, hasta que no queda fluido libre. Entonces, un hombre muere.<br />

De este modo podríamos decir que la emoción, o a lo que se ha llamado<br />

emoción, se encuentra realmente en dos secciones: en la primera, está el sistema<br />

endocrino que, controlado por la mente analítica en las dos zonas superiores o por la<br />

mente re<strong>activa</strong> en las dos zonas inferiores, da respuestas emocionales de temor,<br />

entusiasmo, apatía, etc.; en la segunda estaría la fuerza vital en sí misma, dividida por<br />

engramas y sellada poco a poco en el banco reactivo.<br />

Es posible que se pudiera formular una terapia que solamente liberara estas<br />

diversas cargas de fuerza vital, y a partir de ahí crear un claro completo.

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