Hubbard, L. Ronald - Dianética - masoneria activa biblioteca
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visuales, se han atribuido a la naturaleza inherente de la persona o a deficiencia<br />
orgánica, o bien no se les ha asignado ningún lugar en absoluto.<br />
Análogamente, los olores, las sensaciones táctiles, las percepciones orgánicas, el<br />
dolor y la pesadez, varían ampliamente y sin razón aparente de persona a persona.<br />
Una verificación superficial entre sus amigos demostrará a cualquiera que existen<br />
inmensas diferencias de percepción frente a estímulos idénticos. Para uno, el olor del<br />
pavo en el horno es maravilloso; otro lo huele con indiferencia; y puede que otro ni<br />
siquiera lo huela. Y puede que algún otro mantenga, en último extremo, que el pavo<br />
asándose huele exactamente igual que el fijador para el cabello.<br />
Hasta que obtenemos claros, permanece confuso porqué han de existir estas<br />
diferencias. Porque en su mayor parte, esta extravagante calidad y cantidad de<br />
percepción se debe a la aberración. Debido a las experiencias agradables del pasado y<br />
a la sensibilidad inherente, habrá cierta diferencia entre los claros; y no se debe<br />
suponer maquinalmente que la respuesta de un claro sea un término medio<br />
estandarizado y ajustado, esa pálida y detestable meta de las doctrinas del pasado. El<br />
claro obtiene una respuesta máxima, compatible con su propio deseo de respuesta.<br />
Una mecha ardiendo sigue oliéndole peligrosa, pero no le enferma. El pavo asándose<br />
le huele bien si tiene apetito y le gusta el pavo, en cuyo caso le olerá pero que muy<br />
bien. Los violines tocan melodías, no monotonías; no causan dolor y se disfrutan al<br />
máximo si, por cuestión de gustos, al claro le agradan los violines. De no ser así, le<br />
gustarán los timbales, los saxofones o, según su estado de ánimo, ninguna música en<br />
absoluto.<br />
En otras palabras, hay dos variables que entran en juego. Una, la más absurda,<br />
es la causada por las aberraciones. La otra, completamente racional y comprensible,<br />
es causada por la personalidad.<br />
Así que las percepciones de un aberrado (persona que no es clara) difieren<br />
mucho de las de la persona que es clara (no aberrada).<br />
Existen las diferencias de los órganos de percepción en sí y de los errores<br />
ocasionados por éstos. Algunos de estos errores, un mínimo, son orgánicos: los<br />
tímpanos perforados no son mecanismos aptos para el registro del sonido. La mayoría<br />
de los errores de los percépticos (mensajes sensoriales) en el área orgánica están<br />
causados por errores psicosomáticos.<br />
Por todas partes se ven gafas sobre narices, incluso en niños. La mayoría de<br />
estas gafas se ponen en la cara con la intención de arreglar una condición que el<br />
propio cuerpo está luchando por desarreglar de nuevo. La vista, cuando se ha llegado<br />
a la etapa de las gafas (no debido a las gafas), se está deteriorando por razones<br />
psicosomáticas. Y esta observación es tan obvia como afirmar que cuando las<br />
manzanas caen de los árboles, normalmente obedecen a la gravedad. Uno de los<br />
incidentes que le ocurren a un claro es que su vista, si como aberrado había sido<br />
deficiente, generalmente mejora notablemente y, con una pequeña atención,<br />
recuperará la percepción óptima con el tiempo. (Lejos de ser para el óptico un<br />
argumento en contra de la <strong>Dianética</strong>, esto le asegura un negocio bastante bueno, pues<br />
se ha sabido de claros que, al final del tratamiento, han tenido que comprar, en<br />
sucesión rápida, cinco pares de lentes para compensar el arreglo de la vista; y muchos<br />
aberrados que se hacen claros a edad avanzada llegan a un máximo visual un poco por<br />
debajo del óptimo.)<br />
La vista, orgánicamente, se redujo en el aberrado debido a sus aberraciones, de<br />
modo que disminuyó la función operativa óptima del órgano perceptivo. Repetidas<br />
pruebas han demostrado que, con la eliminación de las aberraciones, el cuerpo hace<br />
un esfuerzo heroico por restaurar su condición óptima.