Hubbard, L. Ronald - Dianética - masoneria activa biblioteca
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tiene que rendirse a sus engramas.<br />
Tal vez en una fecha lejana sólo se concederán derechos civiles ante la ley a la<br />
persona no aberrada. Tal vez en alguna época futura se alcance la meta de que sólo la<br />
persona no aberrada pueda lograr la ciudadanía y beneficiarse de ésta. Estas son<br />
metas deseables y producirían un marcado aumento en la capacidad de supervivencia<br />
y en la felicidad del hombre.<br />
Incluso ahora se pueden reformar los códigos de jurisprudencia y se puede<br />
indagar con precisión si el acto que llevó al individuo ante la ley fue un acto aberrado,<br />
procedía de una aberración de cultura o fue un acto que se cometió para detrimento de<br />
otro o de la sociedad. Seguramente se puede perfeccionar el proceso de castigo para<br />
sentenciar al individuo no condenándole a una aberración adicional como prisionero u<br />
hombre arruinado, sino a un más alto plano de razón mediante la eliminación de la<br />
aberración.<br />
Los actos pasados de un individuo que ha sido aclarado deben ser retirados de<br />
sus antecedentes así como lo han sido sus enfermedades, pues habiendo quitado la<br />
causa no tiene sentido el castigo a menos que la sociedad misma esté tan aberrada que<br />
opere únicamente bajo principios sádicos. Aquí hay algo más que idealismo, pues se<br />
puede mostrar que la aberración en los individuos y en la sociedad aumenta en razón<br />
progresiva a la cantidad de castigo empleado.<br />
Los esfuerzos por resolver problemas de jurisprudencia que a pesar de todo no<br />
contenían definiciones precisas para correcto e incorrecto, bien y mal, recurrieron a<br />
un principio conocido en <strong>Dianética</strong> como la introducción de un arbitrario. Se<br />
introdujeron reglas generales e invariables en problemas en un esfuerzo por<br />
resolverlos y sin embargo cada regla nueva alejó más el sentido común de modo que<br />
se necesitaron nuevas reglas. Una estructura arbitraria es aquella en la que se ha<br />
observado un error y se ha hecho un esfuerzo por corregirlo introduciendo otro error<br />
en complejidad progresiva; se deben introducir nuevos errores para anular los efectos<br />
malignos de viejos errores. Una cultura, por no hablar de la jurisprudencia, se hace<br />
compleja y difícil de manejar en razón progresiva al número de males nuevos que<br />
debe introducir en un esfuerzo por anular los viejos males. Al final, no puede haber<br />
razón; sólo puede haber fuerza, y donde no vive la razón y vive la fuerza no hay nada<br />
excepto el torbellino de una ira demente. Donde mora una ira demente, aún sin<br />
resolver, a la larga debe venir la apatía; y la apatía, al disminuir, inevitablemente<br />
alcanza la muerte.<br />
Nos encontramos ahora en un puente entre un estado del hombre y el siguiente.<br />
Estamos por encima del abismo que separa a una plataforma inferior de una superior,<br />
y este abismo marca un paso evolutivo artificial en el progreso del hombre.<br />
El auditor está en ese puente; cuando esté aclarado se encontrará en su extremo<br />
superior. Verá mucho tráfico cruzándolo. Puede que vea aduanas, leyes,<br />
organizaciones y sociedades intentar evitar el puente, pero que al ser barridas caen en<br />
la nada que hay debajo.<br />
En su actitud hacia sus preclaros o hacia la sociedad en general, no puede ganar<br />
nada reprendiendo y juzgando errores pasados a la luz de la consciencia actual. No<br />
sólo no puede ganar nada sino que puede inhibir el progreso. Es un hecho inexorable<br />
que el ataque contra la irracionalidad ha comenzado. Ataca a la irracionalidad, no a la<br />
sociedad o al hombre.<br />
La <strong>Dianética</strong> y la guerra