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Hubbard, L. Ronald - Dianética - masoneria activa biblioteca

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La <strong>Dianética</strong> judicial abarca el campo de la sentencia en la sociedad y en las<br />

sociedades del hombre. Necesariamente abarca la jurisprudencia y sus códigos y<br />

establece definiciones y ecuaciones de precisión para el establecimiento de la<br />

equidad. Es la ciencia del enjuiciamiento.<br />

La jurisprudencia y sus sentencias están edificadas sobre las piedras angulares<br />

de lo correcto y lo incorrecto, del bien y del mal. La definición de éstas es inherente a<br />

la <strong>Dianética</strong>; mediante estas definiciones, se puede alcanzar una solución correcta en<br />

relación a cualquier acción o acciones del hombre.<br />

La prueba fundamental de la racionalidad es la capacidad para diferenciar lo<br />

correcto de lo incorrecto. Los factores fundamentales al establecer la censura son el<br />

bien y el mal. Sin una definición de precisión de estos cuatro factores, cualquier<br />

estructura legal o juicio queda sin fuerza, y se vuelve complicada mediante la<br />

introducción de factores arbitrarios que tratan de sentenciar introduciendo errores<br />

para anular errores. Sólo pueden escribirse códigos penales que respondan a todas las<br />

necesidades cuando existen definiciones científicas de precisión para los cuatro<br />

factores, y sólo entonces se puede establecer y formular una equidad civil que no<br />

lleve a la injusticia.<br />

Los problemas de la jurisprudencia, y en realidad de todo juicio, están<br />

entretejidos inextricablemente con los problemas del comportamiento.<br />

Una sociedad ideal sería una sociedad de personas no aberradas, claros, guiando<br />

sus vidas dentro de una cultura no aberrada, pues tanto la persona como la cultura<br />

pueden estar aberradas. Las aberraciones de la cultura entran en las ecuaciones de la<br />

conducta como factores irracionales tanto por la puerta de la educación como de las<br />

costumbres sociales y la jurisprudencia. No es suficiente que un individuo no esté<br />

aberrado él mismo, pues élse ve a sí mismo dentro de los confines de una sociedad<br />

que ha ajustado su cultura a muchos prejuicios y costumbres irrazonables.<br />

El establecimiento del origen real de lo incorrecto y del mal es un problema<br />

fundamental de toda jurisprudencia. El origen real se encuentra desafortunadamente<br />

en las irracionalidades de que aquellos en generaciones pasadas, trabajando con un<br />

conocimiento limitado y oprimidos por sus entornos, buscaron soluciones con<br />

ecuaciones que contenían factores falsos e imprecisos. A estas generaciones,<br />

enterradas hace mucho, no se las puede hacer responsables. Nosotros somos los<br />

herederos de todas las épocas del pasado, y eso es bueno; pero también somos los<br />

herederos de todas las irracionalidades del pasado, y eso es malo. Bajo tales<br />

circunstancias, y en ausencia de un raciocinio amplio, el auditor no puede sentenciar<br />

con precisión al preclaro en relación a acciones malas o erróneas. El criminal y el<br />

demente, el hipocondríaco y el golpeador-de-esposas, el- dictador inmisericorde que<br />

trata de agitar al mundo y el barrendero que sólo descansa y barre, están todos, cada<br />

uno de ellos, atenazados y dirigidos por sus propias fuentes de irracionalidad y por el<br />

mundo que se ha introducido en las recónditas profundidades de sus mentes<br />

arruinadas por el dolor y que, en forma de aberración social, les aporrea desde fuera.<br />

El auditor está interesado en lo que se le ha hecho a su paciente, no en lo que ha<br />

sido hecho por su paciente, pues, cualquier cosa que el paciente haya hecho está para<br />

siempre fuera del alcance del recuerdo, y no fue la fuente de sus aflicciones sino sólo<br />

la manifestación de éstas.<br />

Dada una sociedad de personas no aberradas, dada una cultura de la que se ha<br />

eliminado toda irracionalidad, entonces y sólo entonces puede el hombre ser<br />

verdaderamente responsable de sus actos; entonces y sólo entonces. Pero ahora<br />

debemos tomar la sombra de la responsabilidad por el hecho que es. Un hombre no

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