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Requena Sáez, María del Corpus_5.pdf - RUA - Universidad de ...

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tener en apoyo suyo todas las razones que van expuestas, no me negarán los lectores que las<br />

paradojas suelen encerrar las gran<strong>de</strong>s verda<strong>de</strong>s y que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, así como Alfredo<br />

Cal<strong>de</strong>rón escribió un Discurso contra la elocuencia, puedo yo permitirme la originalidad <strong>de</strong><br />

gritar contra los originales. Todo consiste en el modo <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r las cosas. Y claro es que<br />

hay ‘originalidad’ y ‘originalidad’” (ibid., p. 31).<br />

Si nos atenemos a los elementos que intervienen en el proceso <strong>de</strong> comunicación<br />

(Coseriu 1978, Jakobson 1981), Rafael Altamira habría seleccionado en este apartado tres <strong>de</strong><br />

ellos: emisor (creador), mensaje (obra literaria) y, <strong>de</strong> modo novedoso para la época, receptor<br />

(lector). Sobre el primero <strong>de</strong> ellos planea el concepto <strong>de</strong> ingenium o inspiración al que queda<br />

subordinado el ars o técnica <strong><strong>de</strong>l</strong> literato. El segundo, la obra artística, plantea las cuestiones<br />

<strong>de</strong> originalidad y verdad (a las que Rafael Altamira pone límites con el objetivo <strong>de</strong> que estas<br />

sirvan al fin <strong><strong>de</strong>l</strong> arte: la utilidad o docere). El tercero pone al <strong>de</strong>scubierto la relación <strong><strong>de</strong>l</strong> texto<br />

con el lector co-textual y la pragmática.<br />

La opinión <strong>de</strong> nuestro autor sobre la originalidad <strong>de</strong> la obra está en relación con el<br />

emisor <strong>de</strong> la misma, porque son originales quienes poseen el “temperamento” (i<strong>de</strong>ntificado por<br />

él como una fuerza irracional que arrastra al escritor), que provoca en el artista la capacidad<br />

<strong>de</strong> ver la realidad con una nueva luz que lo diferencia <strong>de</strong> sus colegas, como es el caso <strong>de</strong> Zola,<br />

Maupassant o Flaubert que son ejemplo <strong>de</strong> artistas con “temperamento”. El límite <strong>de</strong> lo<br />

original viene dado por los problemas <strong>de</strong>rivados <strong>de</strong> su exceso; en este caso no se trataría -dice-<br />

<strong>de</strong> una obra <strong>de</strong> arte, sino <strong>de</strong> una distorsión fruto <strong>de</strong> una mente enfermiza o visionaria; un<br />

divorcio excesivo entre la realidad y la obra <strong>de</strong> arte dará como resultado una obra que podría<br />

ser consi<strong>de</strong>rada como bella pero que carecería <strong>de</strong> utilidad para el pensamiento humano. Y,<br />

para Rafael Altamira, el fin <strong><strong>de</strong>l</strong> arte es precisamente su utilidad, su fin didáctico. Parece<br />

evi<strong>de</strong>nciarse el poco gusto que por el arte <strong>de</strong> las vanguardias -que en esos momento se<br />

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