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Requena Sáez, María del Corpus_5.pdf - RUA - Universidad de ...

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Introducción a la Historia, pálido y obscuro bosquejo, presentimiento tal vez, <strong>de</strong> lo que<br />

muchos años más tar<strong>de</strong> había <strong>de</strong> ser mi Enseñanza <strong>de</strong> la Historia. Aún conservo, por pura<br />

curiosidad, el manuscrito <strong>de</strong> aquel ensayo casi infantil. En la misma dirección, el título <strong>de</strong><br />

unos artículos que escribí en una revista estudiantil que fundé con algunos compañeros (La<br />

Unión escolar), me parece otra presciencia, aunque los artículos eran puro resumen, como no<br />

podía menos <strong>de</strong> ser, <strong>de</strong> lecturas hechas sin verda<strong>de</strong>ra orientación. Se titulaban esos artículos<br />

“La marcha <strong>de</strong> la civilización” que para mí se confundía entonces con la marcha <strong>de</strong> la<br />

filosofía. Un poco más tar<strong>de</strong> y ya más hecho espiritualmente, salieron unos “Estudios sobre la<br />

Edad Media”, verosímilmente inspirados por los <strong>de</strong> Pí y Margall. Ya por entonces leía yo a<br />

Tibergien, Ahrens y hasta Pompeyo Gener (el libro célebre sobre La muerte y el Diablo). [...]<br />

Sin embargo, el público valenciano -y mis mismos profesores- me conocieron durante casi<br />

toda mi carrera, más bien como literato y orador que como historiador o jurista. Las citadas<br />

novelas y críticas (en el diario republicano El Universo), mi amistad con Blasco Ibáñez, que<br />

también comenzaba entonces, mis polémicas en La Juventud Legista y en el Ateneo <strong>de</strong><br />

Valencia, contribuyeron a fijar aquella imagen. Yo mismo llegué a precisar mi ambición <strong>de</strong> ser<br />

un novelista [...]” (VV.AA. 1987, p. 16).<br />

4 “Siendo yo todavía estudiante <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> Valencia (entre los 15 y los 20 años, más<br />

bien en la primera mitad <strong>de</strong> ese quinquenio), trabé amistad con un estudiante, paisano mío,<br />

mayor que yo en edad, inteligente y perezoso, y más atraído por las bellas letras que por el<br />

<strong>de</strong>recho, que iba estudiando a trancos y con <strong>de</strong>sgano. Aquel hombre sabía mucho <strong>de</strong> literatura<br />

contemporánea y fue quien me reveló, no sólo las novelas <strong>de</strong> Zola, Dau<strong>de</strong>t, Flaubert, etc., sino<br />

lo que más en ellas alumbró mi espíritu: las doctrinas <strong>de</strong> lo que se llamaba entonces<br />

‘Realismo’ y ‘Naturalismo’, y la literatura polémica que suscitaron en casi todos los países <strong>de</strong><br />

Europa, incluso en España. Confieso que mi ignorancia absoluta <strong>de</strong> aquel intenso movimiento<br />

literario, <strong><strong>de</strong>l</strong> que nadie me había hablado, me avergonzó más que si mi profesor <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho<br />

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