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Requena Sáez, María del Corpus_5.pdf - RUA - Universidad de ...

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El autor que ejemplifica la rara imperfección <strong>de</strong> la belleza, que hace sentir emoción y<br />

<strong>de</strong> ahí su éxito es Vicente Blasco Ibáñez, autor que sabe hacer vibrar al lector aunque no sea<br />

un literato, aunque tenga <strong>de</strong>fectos en su estilo, aunque no sea un gran psicólogo. La<br />

conclusión que ofrece Rafael Altamira sobre la benevolencia en la literatura es que: “No<br />

consiste la benevolencia, entiéndase bien, en negar los <strong>de</strong>fectos y en <strong>de</strong>sconocer las diferencias<br />

<strong>de</strong> valor que distinguen unas obras <strong>de</strong> otras; sino en ver lo bueno que cada una <strong>de</strong> ellas tiene,<br />

en saberlo gozar, aislándolo <strong>de</strong> lo malo y sin hacerle per<strong>de</strong>r nada <strong>de</strong> su fuerza estética, y en no<br />

vincularlo a ninguna propiedad invariable <strong>de</strong> la producción artística. Si es verdad, por<br />

ejemplo, que un estilo pue<strong>de</strong> tener belleza <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la incorrección -por su energía, por su<br />

fuerza plasmadora, por el jugo i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> su espontánea frescura -o por eso hemos <strong>de</strong> negar la<br />

belleza propia, exclusiva, <strong>de</strong> un estilo correcto, que tiene su forma, en su música y no en otra<br />

cualidad, elementos bastantes para impresionar y atraer; y, por tanto, no nos empeñaremos en<br />

proclamar como ley el <strong>de</strong>scuido <strong><strong>de</strong>l</strong> lenguaje tan sólo porque hay estilos <strong>de</strong>scuidados que son<br />

bellos” (ibid., p. 14).<br />

En la “La <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> literatura” reflexionó sobre cómo aparece la belleza en lo<br />

literario, que acabará i<strong>de</strong>ntificándose con la emoción que pue<strong>de</strong> producir una obra literaria en<br />

los lectores. Rafael Altamira pasó revista a la <strong>de</strong>finición que los libros <strong>de</strong> uso vulgar hacen <strong>de</strong><br />

la literatura: “ ‘el arte <strong>de</strong> expresar la belleza por medio <strong>de</strong> la palabra’” (1905, p. 124), aludió<br />

a la vaguedad e inexactitud que transmite, porque no sabemos qué cosa sea la belleza. No<br />

importa a la literatura en qué consiste la belleza, sino: “[...] qué clase <strong>de</strong> belleza es la que ese<br />

arte expresa por medio <strong>de</strong> la palabra” (ibid., p. 125). La respuesta a la pregunta anterior fue<br />

que: “[...] la belleza que ha <strong>de</strong> expresar la literatura, es la <strong>de</strong> la realidad: ya la interior <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

literato (pensamientos, sentimientos), ya la <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo exterior” (ibid.). Pero..., ¿y lo feo?<br />

Teóricamente la reivindicación <strong>de</strong> lo feo como materia <strong>de</strong> arte pertenece al Romanticismo y a<br />

su estética, aunque su uso sea antiquísimo y “ningún literato se ha <strong>de</strong>tenido ante la imposición<br />

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