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Requena Sáez, María del Corpus_5.pdf - RUA - Universidad de ...

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Rafael Altamira consi<strong>de</strong>ra que la percepción <strong><strong>de</strong>l</strong> receptor en el momento <strong>de</strong> la lectura<br />

influye en el concepto -bueno o malo- que éste tendrá <strong>de</strong> la creación literaria, cita así lo que se<br />

<strong>de</strong>nomina como lector “co-textual” 31 y la importancia <strong>de</strong> la pragmática para la comprensión <strong>de</strong><br />

una obra literaria (vid., cfr., Petöfi y García Berrio 1978). Si las razones que da la crítica -<br />

dice- para <strong>de</strong>terminar si una obra es buena o mala son <strong>de</strong> índole técnica; no ocurre lo mismo<br />

con el público en general, el cual “no lee, ni suele tener preparación para seguir la labor <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

literato en sus elementos más genuinamente artísticos [...]. Pero un lector franco, que nos<br />

dijera el por qué <strong>de</strong> sus preferencias literarias [...] nos revelaría seguramente que [...] no son<br />

motivos técnicos (es <strong>de</strong>cir, impresiones <strong>de</strong> pura belleza artística) los que le llevan a tener por<br />

favoritos tales o cuales autores, tales o cuales dramas, novelas o poesía. Por el contrario, la<br />

consi<strong>de</strong>ración artística sólo mueve a contadísimos lectores, a los dotados <strong>de</strong> una gran cultura y<br />

<strong>de</strong> un gusto exquisito y refinado” (Altamira 1905, p. 24).<br />

El milagro <strong>de</strong> la comunión entre el autor y el público se produce cuando el artista<br />

acierta a herir “el caudal <strong>de</strong> recuerdos, simpatías, antipatías, dolores, goces anhelos y<br />

<strong>de</strong>sengaños” (ibid., p. 25) <strong>de</strong> la vida ordinaria <strong><strong>de</strong>l</strong> público, surge entonces el interés “humano”<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> lector que se convierte en colaborador activo <strong><strong>de</strong>l</strong> literato: “[...] la aprobación <strong>de</strong> la obra, en<br />

cada caso, no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> las condiciones que ella reúne, sino <strong>de</strong> las <strong><strong>de</strong>l</strong> lector mismo, <strong>de</strong> su<br />

disposición <strong>de</strong> ánimo, <strong>de</strong> sus preocupaciones, <strong>de</strong> su novela íntima, en virtud <strong>de</strong> la cual suele<br />

ver, en lo escrito por el autor, lo que no hay, interpretando a su manera lo que éste dice o<br />

haciéndole <strong>de</strong>cir cosas muy distintas <strong>de</strong> las que quiso expresar “(ibid., p. 28).<br />

El artista pue<strong>de</strong> ser bueno, pero es el público lector -al que no se le da toda la<br />

importancia que tiene- el que <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>: “al interpretarla conforme a su espíritu eventual, quien<br />

<strong>de</strong>ci<strong>de</strong> <strong>de</strong> su significación en la vida, torciendo a veces, o mutilando, el sentido, la dirección y<br />

el propósito <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo que la concibió y la trajo al mundo <strong><strong>de</strong>l</strong> arte” (ibid., p. 26). Esta sería<br />

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