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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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sino también las no muy distantes ciudades de Valle de Santiago y Salamanca, donde habían<br />

ocurrido similares fugas de gas, sin imaginarse nadie que lo mismo ocurriría al día siguiente en el<br />

estado de Querétaro y posteriormente en Veracruz e Hidalgo. La lluvia no cesaba, a ratos parecía<br />

rodar más fría desde aquellos ojos de agua de la aurora, entumecidos de tal manera sobre los habitantes<br />

y las cosas de la antigua aldea de Nattahí. Las personas se amontonaban sobre los grandes<br />

puentes, de los que la ciudad en los últimos años ha sido dotada como ninguna otra del centro del<br />

país. Todo el mundo quería ver el punto exacto donde esplendían las llamaradas, echando a rodar<br />

hipótesis y otras fantasías sobre la verdad del estallido. El cuadro era del poeta Dante, único. Por<br />

fortuna, en esta ocasión, la tragedia no dejó víctimas humanas. El mal se limitó a las instalaciones<br />

subterráneas y el daño al entorno natural.<br />

El cielo nocturno de Guanajuato se vio, de pronto, convertido en un gigantesco telón de<br />

humo y luz brotando de las entrañas de la tierra, como si tres volcanes juntos hubiesen hecho erupción.<br />

Tras el cierre de las válvulas, el combustible acumulado todavía duró ardiendo durante cuatro<br />

días, pero casi de inmediato se sospechó –y se confirmó después- que la causa de las detonaciones<br />

había sido un atentado terrorista del grupo revolucionario EPR (Ejército Popular Revolucionario),<br />

que desde hace una década tiene su sede en las montañas de Guerrero.<br />

Así lo declaró a la prensa el alcalde celayense Gerardo Hernández Gutiérrez. Así lo<br />

leyeron muchos ciudadanos en la prensa escrita. Tal fue difundido por la televisión y por la radio<br />

en éste y el otro hemisferio de la Tierra.<br />

Soneto<br />

Como una primavera de huracanes,<br />

así la noche despertó violenta.<br />

Encima de tu pecho, la tormenta;<br />

debajo de tus ojos, los volcanes.<br />

Era la primavera de los canes<br />

y el verano también de la sedienta<br />

boca de fuego que inició la cuenta<br />

regresiva de rojos alazanes.<br />

Hay que nombrar la lengua de ese oscuro<br />

instante con el mes en las rodillas,<br />

mirándole las llamas al apuro.<br />

Y hay que decir en pausas amarillas<br />

que tu pueblo es relámpago maduro,<br />

<strong>Celaya</strong>, y que en su nombre tanto brillas.<br />

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