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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />

114<br />

pasó una parte de su niñez y allí consolidó también aquel secreto deseo de ingresar, un día, al seminario<br />

conciliar, donde conoció al simpático y culto arzobispo de la Ciudad de México don Luis<br />

María Martínez, quien lo impulsó a los conocimientos y la cultura universal que siempre lo acompañó,<br />

y que lo mismo lo hacía traducir del griego que del latín. ¡Cuánto amaba los libros! Él los<br />

buscaba y ellos lo buscaban a él, para que los tradujera y los leyera, los comentara y los amara, los<br />

cuidara y acariciara en tardes de lluvia o en noches de reflexión y de desvelo. Por supuesto que no<br />

le había sido fácil deshacerse de los recuerdos de <strong>Celaya</strong>, ¡qué va! Diez años entre las enredaderas<br />

y los caños de agua nunca se le iban a borrar. Además, los amigos, ésos que no se olvidan, porque<br />

son los primeros que el alma entiende. La primera escuela, aquéllas travesuras, la ciénaga de la<br />

alameda, el riíto, las posadas, los dulces, el jardín. Luis Velasco y Mendoza, pese a que su hermana<br />

Beatriz llegó a ser la esposa del licenciado Miguel Alemán Valdés, Presidente de México, con quien<br />

se casó el 17 de enero de 1931 en la vieja iglesia de San Cosme, siempre se mantuvo al margen del<br />

poder, trabajando, como toda la vida lo había hecho, al lado de su madre. Y aunque no se casó,<br />

jamás se despegó de aquéllas amistades de su primera infancia, como Pedro Espinosa, en cuya casa<br />

vivía los fines de semana y aun temporadas enteras, cuando se dedicó a escribir febrilmente la<br />

Historia de la ciudad de <strong>Celaya</strong>, de amplísimo reconocimiento entre unos y otros.<br />

EL ARRA DE ORO<br />

Alegre, jovial, de un carácter dulce, pasaba por ser una persona de gran erudición y<br />

calidad humana. Además del latín y el griego podía traducir y escribir el francés, sin que jamás<br />

pecara de pedante, pues un alma sencilla y noble es más sencilla y noble en cuanto más conoce. Le<br />

gustaba divertir a sus sobrinos, los hijos del presidente Miguel Alemán Valdés: Jorge, Miguel y<br />

Beatriz., representándoles pequeñas obras en las que él la hacía de todo: lacayo, espadachín,<br />

sacristán, cura, cómico de la legua, declamador y hasta de Luis XIV, rey de Francia. El “Tío Bis”, le<br />

llamaban ellos a aquél dulce ser y honorabilísimo intelecto, que no tuvo hijos propios, pero sí amó<br />

en demasía a los de sus hermanos, tanto como a sus propios padres. “Bis”, en la media lengua de<br />

los niños. “Bis”, en la imaginación de aquellos inocentes que lo veían como una fortaleza y un<br />

consuelo. Les contaba cuentos, les cantaba canciones, impulsándolos con buenos consejos a ser<br />

ciudadanos honestos y valientes, frente a un mundo mexicano que había vivido ya una sangrienta<br />

revolución, la cual él había pasado metido entre los libros y las oraciones del seminario conciliar.<br />

Pero no sólo con los pequeños, Luis Velasco se comportaba como el más ejemplar de los seres de<br />

razón, con sus hermanos hacía lo mismo, preocupándose por ellos, atendiéndolos, cuidándolos,<br />

procurando que nada les faltara, casi con la misma devoción que lo hacía con su mamá. Tal fue el<br />

caso de su hermana Beatriz, con quien vivió la siguiente anécdota: El día de la boda, mientras el<br />

nervioso Miguel Alemán y las demás personas esperaban a la novia en la iglesia de San Cosme, un<br />

agente de tránsito detuvo el auto en el que Luis conducía a su hermana para entregársela al radiante<br />

novio. Era el 17 de enero de 1931. Todo el mundo se preguntaba qué habría sucedido con Beatriz,<br />

y aun el párroco dudaba de que aquella ceremonia fuese a llevarse a cabo.<br />

-¡Dios mío!-exclamaba inquieta doña Columba.<br />

-¿Qué los habrá retrasado así?

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