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HISTORIA DE LA DIÓCESIS DE CELAYA<br />
En 1804, las autoridades eclesiásticas celayenses, a través del Real Patronato encabezado<br />
por el virrey José de Iturrigaray -apegadas a la normatividad- le solicitaron al rey de España la<br />
creación de la diócesis de <strong>Celaya</strong>, pero en aquellos momentos el gobierno de la Corona andaba<br />
muy nervioso por los acontecimientos sociales ocurridos en Francia y, por si fuera poco, acababa<br />
de declararle la guerra a la Gran Bretaña, por lo que tal petición quedó archivada en el olvido sin<br />
haberse turnado jamás a Roma con el debido aval del Católico Monarca Don Carlos IV. Tuvieron<br />
que transcurrir casi dos siglos para que Su Santidad el Papa Paulo VI, mediante la bula Scribae illi<br />
Evangelico, dada en Ciudad del Vaticano el día 13 de octubre de 1973, erigiera la diócesis de <strong>Celaya</strong><br />
en 8,768 kilómetros cuadrados, quitados, una parte, a la arquidiócesis de Morelia y la otra a la<br />
arquidiócesis (entonces solamente diócesis) de León. Le correspondió al Delegado Apostólico<br />
Mario Pío Gaspari (aún no había Nuncio) ejecutar el mandamiento pontificio y darle posesión<br />
canónica al primer obispo Victorino Álvarez Tena, el 18 de abril de 1974, quien había sido nombrado<br />
el 12 de febrero de 1974. Álvarez Tena, nacido en Puruándiro, Michoacán, el día 10 de marzo de<br />
1920, administró esta diócesis hasta el 4 de noviembre de 1987, cuando, tras una larga agonía,<br />
falleció en su casa, dejando la sede vacante hasta el 5 de mayo de 1988, cuando el día 5 de mayo de<br />
1988, L'Osservatore Romano publicó el nombramiento que Juan Pablo II hizo en la persona del<br />
sinaloense Jesús Humberto Velázquez Garay (Culiacán, 16 de mayo de 1940) para sustituir a Victorino<br />
Álvarez Tena. Sin embargo, la mañana del 26 de julio de 2003, por la ciudad de <strong>Celaya</strong> corrió<br />
la noticia de que el segundo obispo Jesús Humberto Velázquez Garay, sorpresivamente había<br />
renunciado por motivos de salud. Hasta que el mismo Romano Pontífice Juan Pablo II designó a<br />
Lázaro Pérez Jiménbez como tercer obispo para la diócesis de <strong>Celaya</strong>, de cuya sede tomó posesión<br />
el 9 de septiembre de 2003. Desde el principio, Lázaro (Tizimín, Yuc. 9 de septiembre de 1943) se<br />
convirtió en un crítico de las autoridades celayenses, a las que un día sí y otro también, les señalaba<br />
sus errores, pidiéndoles más atención para los pobres, mayor seguridad, más trabajo en pro de los<br />
marginados y la sociedad en general, sin despilfarros ni acciones más de partido que de amor al<br />
prójimo. La historia de <strong>Celaya</strong> recordará, por ejemplo, su polémica postura ante la iniciativa de<br />
alargar el nombre de la ciudad, es decir, como se usó durante algún tiempo para signar los documentos<br />
y las actas oficiales, no sólo de los templos, sino probablemente también algunos de Cabildo<br />
del siglo XVIII: <strong>Celaya</strong> de la Purísima Concepción. Cuando se esperaba que el señor Lázaro Pérez<br />
Jiménez se pusiera del lado de la propuesta oficialista, sorpresivamente le pidió a los comités<br />
respectivos que pararan aquel asunto, debido a que él percibía que la sociedad celayense se estaba<br />
dividiendo. A pesar de que había sido el propio Nuncio Apostólico Giuseppe Bertello quien, el 8 de<br />
diciembre de 2006, durante la homilía en el Templo de San Francisco, con motivo de las celebracio-<br />
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