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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />

80<br />

sala grande, por el lado de la calle hoy llamada de Allende, y dos salones más: uno en la esquina<br />

que forman el Bulevar Adolfo López Mateos con Ignacio Allende y otro cerca de la actualmente<br />

llamada “Casa del Cronista”, en el mismo Bulevar. Desde 1873 hasta la fecha, esos espacios siguen<br />

ocupados por una iglesia no católica y comercios particulares, gracias a Sebastián Lerdo de Tejada,<br />

pero más al virtuoso cura Francisco María Góngora, que regaló lo que no le pertenecía al clero<br />

secular, sino a la Orden de San Agustín, flama eminente del clero regular.<br />

En fin, aparte del molino de harina de Soria, que llevaba este nombre por el coronel<br />

Florencio Soria, porque él lo había adquirido junto con el caserío y las tierras desde 1857, don<br />

Eusebio se dio a la tarea de probar mejor suerte en la industria textil, al comprar toda la maquinaria<br />

inglesa que el historiador e industrial guanajuatense Lucas Alamán (1792-1853) había instalado<br />

en su fábrica Cempeola, de <strong>Celaya</strong>. Con esta adquisición, don Eusebio inició en Soria una empresa<br />

a la que bautizó, primero, como “La Providencia”, y después como “Fábrica de San Fernando”, la<br />

cual, andando el tiempo, se convertiría en un emporio textilero nacional, con ferrocarril y luz<br />

eléctrica propia, allí al pie de la colina del cerro de La Cruz, vecino del entonces hermoso río Laja<br />

y del molino de harina que también ya era suyo, tal cual lo dicen las estrofas de una canción o corrido<br />

famoso en aquellos tiempos:<br />

Fábrica de San Fernando<br />

de don Eusebio González,<br />

no seas ingrata conmigo,<br />

no cierres tus capitales.<br />

Ay fábrica que amaneces<br />

en medio de nuestros males,<br />

cuánto dinero le has dado<br />

a don Eusebio González.<br />

Ay fábrica donde rifa<br />

la ley de las amarguras:<br />

jornadas de quince y veinte<br />

son nuestras horas oscuras.<br />

De Acámbaro a San Miguel<br />

el aire tu fama riega,<br />

la saben en Irapuato<br />

y aquí en San Juan de la Vega.<br />

Decían los de Chamacuero:<br />

vámonos para el Molino,<br />

vámonos a los telares<br />

a trabajar paño fino.<br />

Y los pobres de <strong>Celaya</strong><br />

que hasta acá venían, cansados:<br />

ya se ve la casa grande

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