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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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LOS ROSTROS Y EL RELÁMPAGO<br />

EN LA PINTURA DE ULISES ASCENCIO<br />

Nació en <strong>Celaya</strong>, Gto., en 1972. El silencio es su mejor sonrisa, una máscara inmune a<br />

todos los artificios del lenguaje, tal vez un arma de cristal, pero la deja estampada en cada ojo que<br />

lo escucha ver hacia donde sólo los elegidos han de asomarse a la memoria: esa casa de sombras,<br />

a veces con las habitaciones llenas de un resplandor de golondrinas, a veces derrumbándose entre<br />

el dolor de una caricia y el manantial del alba, hasta donde jamás se han acercado con su mercadotecnia<br />

los políticos.<br />

Se mueve por el aire al ritmo de la tierra. Huérfano de vacío camina por los escalones<br />

de la imagen verde y anaranjada de la noche, que en él nunca es oscura. Sabe de la fragilidad de la<br />

fragancia, a la hora en que la sueltan a conocer el aire, y mejor se retira a retratarla en unas mejillas<br />

de mujer de pechos a la aurora, en un dorso desnudo antes de que el rocío cruce la eternidad<br />

lámpara en mano.<br />

Sabe de los ladridos con que determinadas sombras agreden a quienes van a la montaña;<br />

las conoce y las busca en el vocabulario de los perros, sólo para guardarse un tema más en la<br />

valija de su asombro, que no es azul ni pálido, donde el amanecer puso sus huevos de oro y el ocaso<br />

sangró toda la tarde.<br />

En una piel, un día escribió (amarillo): “Este es el sol”, y una muchacha, a pie, bajaba<br />

del corazón de un piano en busca de la lluvia. También dijo otra vez, quitándose los pómulos: “El<br />

hombre es lo que pinta y lo que siente”, y una canción con hombros de muchacho, que se ha cargado<br />

el universo en lágrimas, atravesó los muros del instinto y se instaló ante el Papa y sus murallas,<br />

a maldecir conceptos y elefantes.<br />

Oh mundo de alas en el que Ulises Ascencio aprendió a ser ángel, no para estar con<br />

Dios, sino para soñar todo el otoño en una mariposa, y arrancarle una antena como se arranca un<br />

brazo, y atravesarle la luz con una espina, un diente, una línea afilada en el pico del cuervo del<br />

crepúsculo.<br />

Ulises pinta en el corazón del mar de sus recuerdos lo que la vida, envuelto en bosques<br />

de colores, le regala. Ante sus muros y sus lienzos, sus trazos y esas bocas, abiertas o cerradas, a<br />

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