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SIGLO XIX… HIDALGO<br />
Narra el historiador y político guanajuatense Lucas Alamán, que el Padre de la Patria<br />
era de mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes; la cabeza algo caída<br />
sobre el pecho, bastante calvo, como que pasaba ya de sesenta años, pero vigoroso; de pocas<br />
palabras en el trato, pero animado en la argumentación a estilo de colegio, cuando entraba en el<br />
calor de una disputa. Poco aliñado en el vestir, no usaba otro traje que el que acostumbraban<br />
entonces los curas de pequeños pueblos. Hidalgo llegó a <strong>Celaya</strong> el 21 de septiembre de 1810, en<br />
compañía de Allende, Aldama y los demás jefes, portando al frente el estandarte de la Virgen de<br />
Guadalupe que habían tomado como bandera del movimiento en el Santuario de Atotonilco, entre<br />
el pueblo de Dolores y San Miguel el Grande. El aparato de la entrada comprendía además la<br />
música del Regimiento de la Reina, con cerca de un centenar de dragones de tal cuerpo, con un<br />
oficial que enarbolaba un pendón con el retrato del rey Fernando VII. Enseguida avanzaba una<br />
columna formada por contingentes del campo a caballo, y masas de indios en desorden. El cronista<br />
Luis Velasco reproduce las escenas que entonces se suscitaron con la irrupción de los rebeldes en<br />
<strong>Celaya</strong>, pues siendo ésta una urbe de pequeñas dimensiones, resultó incapaz de albergar en habitaciones<br />
a las muchedumbres de seguidores de la causa, que materialmente la hacinaron. El relativo<br />
orden que en determinado momento pudiese haberse visto, de pronto se rompió por el disparo del<br />
cochero del prominente Manuel Gómez Linares, regidor perpetuo del Ayuntamiento de <strong>Celaya</strong>,<br />
quien vivía en la casa contigua al Mesón de Guadalupe. El sirviente, de nombre José Guadalupe<br />
Cisneros, airado por la nueva situación y sintiéndose con la obligación de defender al amo, agredió<br />
a la tropa, cayendo al instante atravesado por una bala, que alguien llamó “perdida”. Sin embargo,<br />
aquel disparo pareció ser la señal para que la multitud se dispersara, atracando las casas y los<br />
almacenes, por su cuenta. Sobre estos desmanes provocados por la imprudencia del sirviente, el<br />
alcalde Ochoa comunicaba a Su Excelencia, el virrey, con un correo que ese mismo día mandó a<br />
caballo hasta la Ciudad de México: “El capitán Allende con todos sus bandidos y malévolos han saqueado<br />
los efectos de tiendas, así de género como mestizas, de caldos y demás, los trastos y muebles de las casas; y todo<br />
ha sido arrojado a las calles para que el pueblo hiciese pillaje, se cebase en el robo, y en la embriaguez”.<br />
EL 23 de septiembre, con todo el apoyo de las dolientes masas, Hidalgo, tras haber<br />
recibido su primer nombramiento militar, se encaminó a Salamanca e Irapuato, en tanto la ciudad<br />
observaba que con el alejamiento de sus huestes, las inquietudes y desazones parecieron por un<br />
momento disiparse…Lo cual no iba a ser cierto… La plaza quedó bajo el resguardo de Tomás Huidobro,<br />
aunque el liderazgo aún era de Aldama, quien permaneció por unos días allí, tanteando la<br />
región, mientras el grueso del ejército marchó hacia Guanajuato.<br />
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