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AQUÉLLOS ORÍGENES<br />
Historia de la Fundación<br />
Elocuente sobremanera es el capítulo XXIX, párrafo sexto, de fray Bernardino de Sahagún<br />
en Historia general de las cosas de Nueva España, cuando afirma, con toda la autoridad e independencia<br />
que le da el hecho de haber sido el fundador de nuestra moderna antropología: “El vocablo<br />
otómitl, que es el nombre de los otomíes, tomáronlo de su caudillo, el cual se llamaba Oton, y así<br />
sus hijos y sus descendientes y vasallos que tenía a cargo, todos se llamaron otomites, y cada uno<br />
en particular se decía otómitl. Y no carecían de policía, vivían en poblado, tenían su república. Los<br />
hombres traían mantas y sus maxtles con que cubrían sus partes secretas; andaban calzados con<br />
cotaras y las mujeres traían naguas y huipiles, que son sus camisas. Las mantas que traían los hombres<br />
eran buenas y galanas, y el calzado pulido. No más ni menos, las mujeres traían muy buena<br />
ropa de naguas y camisas. Entre ellos había señores y mandones que mandaban a sus súbditos.<br />
Había principales, personas conocidas, como los que llaman calpixques, que regían a los demás;<br />
había otros a los que les llamaban otontlamacazque; había un supremo y grande sacerdote que se<br />
decía tecuhtlato. Había entre ellos adivinos, que se decían tlaciuhque, que quiere decir “allegados y<br />
semejantes a su dios”, los cuales decían y sabían y alcanzaban lo que su dios disponía y determinaba<br />
de las cosas, porque los tales le hablaban, y él respondía, y así a éstos como a sabios les preguntaban<br />
cuándo y cómo habían de ir a la guerra los otomíes, y el suceso que en ella habría, y si había<br />
aquel año de llover bien o no, y había de haber hambre o enfermedad o mortandad; y otras muchas<br />
preguntas de esta suerte se hacían a los tales adivinos…Y por las respuestas que les daban, que eran<br />
como oráculos, y salían alguna vez verdades, los adoraban y los tenían por dioses, y por esta fama<br />
concurrían gentes de muchas y lejanas partes a verlos. También los dichos otomíes tenían sementeras<br />
y trojes, comían buenas comidas y buenas bebidas. Su dios se llamaba Yocipa, al cual le tenían<br />
hecho muy buen cu, que era un jacal hecho de paja muy atusada, cuya hechura solamente a su cu<br />
era dedicada; y nadie hacía la casa de aquella forma, porque sus jacales en que vivían eran de paja<br />
no muy pulida, ni a estos tales otomíes se les daba tener sus casas o jacales con sobrados. En su cu<br />
había los sacerdotes que llamaban tlamacazque, los cuales criaban y doctrinaban allí muchachos.<br />
Hacían allí penitencia por todos; velaban toda la noche; en tiempo de sacrificios punzaban o se<br />
sangraban de labios o muslos con las puntas de los magueyes, y a la media noche se lavaban al<br />
tiempo de los fríos; ayunaban, y toda la noche tañían su tamboril o tepunaztli encima del cu… Estos<br />
tales, cuando muchachos, se rapaban la cabeza dejando unos pocos de cabellos en el colodrillo,<br />
que llaman piochtli, y solían agujerar el labio de abajo y las orejas juntamente. En el labio así<br />
agujerado ponían por ornato un bezote. Y en los agujeros de las orejas, joyas y otras cosas a<br />
manera de zarcillos y orejeras. Y los hombres ya de edad traían el “celebro” (sic) atusado como a<br />
sobrepeine, hasta la media cabeza; y los demás dejaban con cabellos largos; y llamaban a estos<br />
tales piocheque”.<br />
LAS NACIONES<br />
Mazahuas, matlatzincas, otomíes, ocuiltecas, pames y chichimecos constituyen la familia<br />
lingüística otomiana u otopame, que habita, desde la época prehispánica, en los valles y sierras<br />
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