10.05.2013 Views

2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />

106<br />

nes de la Inmaculada Concepción, fue quien lanzó la polémica idea de cambiarle el nombre a la<br />

ciudad, él, don Lázaro, se mantuvo firme con la filosofía de respetar las decisiones y las ideologías<br />

que forman el mosaico social donde nació <strong>Celaya</strong>. Cualquiera se da cuenta que para el líder religioso<br />

de un pueblo, aun cuando en su mayoría no sea católico, no es fácil asumir una actitud ni a favor<br />

ni en contra de algo que, si bien parecía romántico y tal vez generoso, no iba a contribuir cabalmente<br />

a la reconciliación de temas ya ampliamente debatidos y cancelados, acaso para siempre, en las<br />

antiguas páginas de una historia que le costó odio, sangre y enfrentamieto a México, en la segunda<br />

mitad del siglo XIX, cuando las Leyes de Reforma dieron pie para lo uno y lo otro, respecto a las<br />

luchas por imponer una postura, una manera personal de ser Gobierno. El obispo Lázaro sencillamente<br />

hizo lo que tenía que hacer: escuchar la voz de la prudencia, preguntarle una y mil veces al<br />

silencio acerca de su postura frente a tan delicada situación. Entonces habló fuerte, como cuando<br />

reclamaba seguridad a través del noticiero Así sucede, creando otra vez polémica, haciendo que<br />

algunas personas, empeñadas en aquella causa como si fuera la única razón de la existencia, se<br />

desalentaran, dejando lo del nombre de <strong>Celaya</strong> para mejores tiempos. Sin embargo, su actividad<br />

no cesó allí, él continuó utilizando los medios a su alcance para dar opiniones de una y otra índole,<br />

con lo cual atrajo la atención. Su elocución tan clara, didáctica y política en que abundaba desde su<br />

condición de ciudadano y hombre, fue escuchada, seguida con el respeto y la atención que se<br />

merece quien ha leído mucho. Era fama que en su biblioteca había la suma de cuatro o cinco mil<br />

libros bien estudiados y leídos desde sus años de estudiante universitario en Roma. Simpático, de<br />

baja estatura, regordete, con la mirada firme, a nadie le dejaba dudas de que su inteligencia se<br />

hallaba respaldada por una cultura académica paseada desde Yucatán hasta Jalisco, Latinoamérica<br />

y casi toda Europa. La ciudadanía ya hasta se había acostumbrado a esa “campechana” claridad del<br />

yucateco, cuando de pronto, el domingo 17 de febrero del año 2008, a través de El sol del Bajío, anunció<br />

que no hablaría más de cuestiones políticas, porque en dos años de dedicarse a hacerlo, la cosa<br />

pública continuaba igual o peor; nada había cambiado, todos los días era la misma inseguridad, la<br />

misma zozobra, el mismo caudal rasposo de la angustia a que la feligresía tenía que enfrentarse<br />

cada día: robos (aun a las iglesias), crímenes, asaltos, pandillerismo, riñas entre tribus urbanas,<br />

discriminación, “levantones”, secuestros, extorsiones telefónicas, más la supina intolerancia de<br />

unos y otros contra quienes se mostraran diferentes. Pidió perdón a quienes en sus comentarios<br />

escritos y radiofónicos pudo haber ofendido y dio las gracias por haberlo escuchado hablar así<br />

durante tanto tiempo, tras reconocer que en no pocas ocasiones lo traicionó la lengua. Pero ¿a<br />

quién no le juega una trastada este sobado músculo? Ningún ser humano nos escapamos de sus<br />

bromas. Pero en cuanto a la Iglesia y la Política (más en esta última), muchos deberían de seguir el<br />

loable ejemplo de don Lázaro, pues aún hay líderes, ex presidentes, ex diputados, ex alcaldes, ex<br />

senadores, ex “Padres de la Patria”, a quienes en el ocaso de sus días les pasa lo que a los barriles<br />

viejos: sólo les quedan los aros y el mal olor.<br />

Seguramente algunos funcionarios municipales ya respiraban a sus anchas, cuando, de<br />

pronto ¡saz!, don Lázaro volvió a golpearlos con su verbo, mejor dicho a pedirles atención, a recordarles<br />

la responsabilidad de no mentir. El juramento de no hablar más de política lo transgredió<br />

con el reclamo que le hizo al Director de Seguridad Pública por el asalto a un sacerdote, pero ahora

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!