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Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />
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un labrador o una vecina bronca, con tal de granjearse a la Santa Inquisición y hacerse de riquezas.<br />
No obstante, para tener completa la visión de este espejo, conviene saber cómo aun a quienes<br />
aspiraban a una vida espiritualmente alta con la intención de convertirse en clérigos, también se les<br />
investigaba, en busca de manchas en su honor, huellas de antiguos hierros de marcar esclavos,<br />
sospechas de apostasía, rumores, difamaciones o alguna otra cuestión referente a sus riquezas o<br />
definición sexual. A la Iglesia de aquéllos tiempos le preocupaba mucho que el aspirante a religioso<br />
tuviese de qué vivir y qué heredarle a la Orden. Acaso las fórmulas interrogativas a que los neófitos<br />
eran sometidos tuviesen un solo propósito: dar la imagen de firmeza y honestidad aunque en el<br />
fondo de sus recintos algunos priores mantuviesen a sus órdenes uno o dos esclavos.<br />
En <strong>Celaya</strong>, es inevitable referirnos a la Orden del Seráfico, la cual a principios del siglo<br />
XVII ostentaba la mayor cantidad de miembros –con votos- llegados a la Nueva España. Sin<br />
embargo, debemos de aclarar sus reglas, vigentes durante la Colonia. Datan de 1224, por lo que<br />
algunos referentes pudiesen parecer anacrónicos e injustos en lo tocante a la admisión y formación<br />
de sus profesos, los cuales tenían que poseer buenas condiciones físicas (no ser feos ni poseer<br />
defectos de malformación congénita), estar libres de deudas, ser solteros, no haber sido excomulgados<br />
ni venir de otra Orden religiosa, tener 18 años o como mínimo 15. Ser hijo legítimo y de<br />
buena fama, fiel católico, sin sospechas de sodomía y simonía, aceptar los votos libremente, tener<br />
la reputación libre de escándalo, ser letrado y de costumbres y labores muy honestas. Todo esto<br />
dio origen a que en <strong>Celaya</strong> se supiera de casos en los que las autoridades indagaban acerca de la<br />
vida y los milagros de más de algún postulante al noviciado o la profesión monástica. Tal fue el caso<br />
–y sólo uno de los muchos ejemplos documentados en las propias carpetas de los archivos franciscanos-<br />
de un tal José Francisco Cano Freire, en el año de 1773, cuando fueron realizadas las primeras<br />
investigaciones en su contra, antes de que el muchacho fuera admitido como novicio en el<br />
convento de <strong>Celaya</strong>. En dichas indagaciones –llevadas hasta el pueblo de Santa Cruz de Comontuoso-<br />
se menciona algo acerca de la limpieza de su sangre. Varios vecinos de aquel lugar declararon<br />
haber oído algo respecto a los abuelos maternos del hermano Cano, que se llamaban don Agustín<br />
Freire, natural de <strong>Celaya</strong>, y doña Rosa María Váz¬quez del Castillo, natural de Irapuato. Sostuvieron<br />
que el papá, don José Cano, era hijo ilegítimo, de nombre Margarita Cano, agregaron sus<br />
lenguas. Las pesquisas continuaron en una hacienda y otra, sin saber ni de quién ni de dónde<br />
venían esos rumores, como lo que relató un José Landín, de 60 años, vecino de la Hacienda del<br />
Saúz, que distaba media legua de la Congregación del Comontuoso, declarando que él conoció bien<br />
a José Cano y a su mujer y haber oído decir que la señora tenía un defecto… De allí, el comisario<br />
interrogador visitó a otros dos hombres viejos, los cuales sostuvieron haber conocido a José Cano,<br />
a su mujer y a sus suegros, pero que jamás oyeron decir nada malo de ellos. Posteriormente, se le<br />
preguntó a don José Manuel Freire y a don Agustín Freire -hermanos de doña María Trinidad<br />
Freire, esposa de don José Cano y madre del muchacho- acerca de los papás de éste, a lo cual los<br />
dos respondieron que fueron don José Agustín Freire, natural de <strong>Celaya</strong>, y doña Rosa María<br />
Vázquez del Castillo, nacida y bautizada en el pueblo de Irapuato, y muerta “ya muy vieja”, a los 50<br />
años, en el año de 1734. Revelaron el nombre de Nicolás García, del puerto purépecha del Valle,<br />
quien supuestamente conocía más detalles del caso, pero el enviado especial optó por pasar a