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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />

112<br />

Tresguerras, que también se formó en una aula eclesiástica, le tocó en suerte estar allí “encerrado”<br />

un buen tiempo. Si embargo, mientras él adquiría conocimientos, afuera proliferaban las representaciones<br />

de zarzuelas; adentro, los retiros espirituales, las oraciones, pero sobre todo, los libros, las<br />

traducciones del latín y el griego, muchas obras, clásicas por la misma razón de su hermosura. El<br />

adolescente armaba su corazón y su espíritu con la filosofía de tantos autores importantes que han<br />

hecho sublime y digna la esencia de la controvertida humanidad.<br />

Posteriormente, cuando Luis regresó al “siglo” –empujado por la necesidad de mantener<br />

a su familia tras la muerte de su padre-, los montajes operísticos y toda clase de espectáculos<br />

continuaban allí, afuera, esperándolo en plena vitalidad de aquel ambiente juvenil y artístico. El<br />

teatro de revista gozaba de prestigio internacional, tanto como los escenarios del Lírico y el Principal.<br />

Eran los años de María Conesa, cuya graciosa interpretación de piezas como Mi querido capitán<br />

entusiasmaba hasta el delirio a la nutrida concurrencia, igual a Álvaro Obregón que a Plutarco<br />

Elías Calles. Eran esos años de Celia Montalbán, Lupe Rivas Cacho y Mimí Derba. El Panzón Soto<br />

ya venía abriéndose camino, y de la misma manera, el genial comediante Mario Moreno Cantinflas<br />

hacía sus primeras representaciones histriónico-lingüísticas en las carpas, elevando más allá del<br />

cielo el original nombre, que una humilde mujer le dio en <strong>Celaya</strong>, a las cumbres de la fama mediante<br />

la universalidad que le diera el cine. Luis había salido de la filosofía y la teología con otro espíritu,<br />

sin que esto significara renunciar a las diversiones y los buenos momentos con música de<br />

Hindemith, Ravel o Stravinsky. El seminario le dio todo lo que su curiosidad de investigador había<br />

querido y buscado insaciablemente en cuanto volumen la casualidad le puso ante los ojos. A lo<br />

largo de su vida tres artes se convirtieron en su más agradable pasatiempo:<br />

La pintura, la música y la literatura.<br />

Debido a su reciente orfandad, él tenía que ganar el sustento para ayudar a su madre y<br />

la familia. Pero a veces frecuentaba el teatro Abreu para ver alguna obra clásica. Tenía 20 años. Era<br />

alegre, bien parecido y muy educado, distinguiéndose por el tono de sus conversaciones y la serenidad<br />

con que mantenía una relación amistosa. De esta manera, en tales circunstancias poco a poco<br />

iba madurando el futuro autor de los cuatro magníficos volúmenes de la Historia de la ciudad de<br />

<strong>Celaya</strong>, indispensables para el conocimiento y la investigación de la cultura, orígenes e historia de<br />

esta región del Bajío guanajuatense. Además, de una cultura tan basta y profesional, adquirida en<br />

sus años de estudio, pero también en su biblioteca personal de más de seis mil volúmenes (hoy<br />

resguardados en las instalaciones de la Fundación “Miguel Alemán Valdés”· de la Ciudad de<br />

México) brotaron otras publicaciones, a saber:<br />

La repoblación de Tampico<br />

Estampas del estado de Veracruz<br />

Un mexicano en Europa<br />

Libros dedicados a las tres ciudades que, por distintas razones, más amó… Se cree que<br />

dejó también por ahí un libro de versos Tú es Petrus…, según unos, dedicado a la visita que realizó

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