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Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />
194<br />
LA SEGUNDA ESCUELA<br />
En 1879, doña Emeteria Valencia –cónyuge del poderosísimo Eusebio González López-,<br />
viendo la aceptación que había tenido la nueva banda en la población, mandó fundar una escuela<br />
de música, la segunda en la historia, y le pidió a don Francisco J. Navarro que se hiciera cargo de<br />
la dirección. Don Francisco, al no poder atender las dos responsabilidades, tuvo que renunciar a la<br />
de la banda, tras encomendársela encarecidamente a su alumno favorito don Alberto Herrera, once<br />
años menor que él, quien ejerció el cargo de director hasta la primavera de 1905, año en que ya<br />
había muerto su recordado maestro y era Jefe Político de <strong>Celaya</strong> don Perfecto Aranda, quien, a su<br />
vez, muerto el maestro Herrera -a tan sólo dos meses del deceso de don Francisco-, en ese mismo<br />
año de 1905 puso en manos de Isaías Barrón Rosas, con apenas 23 años de edad, la responsabilidad<br />
de dirigir la todavía hoy existente banda, que los jueves, en el kiosco del Jardín, se da vuelo con<br />
lo que está de moda o lo que nunca ha sido derrotado por lo que va y viene en las ventoleras comerciales<br />
del oportunismo. El célebre maestro y compositor don Isaías Barrón Rosas, autor de la<br />
memorable Marcha <strong>Celaya</strong>, compuesta en 1937, y un sinnúmero de hermosos villancicos que año<br />
tras año cantaban los coros durante las navidades de aquellos tiempos, había nacido en Cortazar,<br />
pueblo que, al igual que Rincón de Tamayo, Juventino Rosas y Villagrán, desde mayo de 1721 fuera<br />
fundado por decreto real, con derechos propios a elegir a sus gobernantes y tener iglesia y tierras<br />
para los indígenas. Don Isaías nació el 16 de septiembre de 1882, en aquel municipio, pero se mudó<br />
a <strong>Celaya</strong>, donde, con singular maestría, dirigió la banda que, todos los jueves, por la tarde, en la<br />
Plaza Cívica, y los domingos por la mañana en la Alameda, alegraba a la población, hasta que en<br />
1915 se interrumpieron sus labores artísticas debido no tanto a los dos combates que aquí se libraron<br />
entre los ejércitos revolucionarios de los generales Francisco Villa y Álvaro Obregón, sino antes<br />
bien porque tanto uno como otro jefe militar querían llevarse a los músicos (y a él mismo) para que<br />
sirvieran de soldados y les alegraran la vida por los caminos de la patria en los que aún no se veía<br />
venir para nadie el fin de los conflictos, y sólo sonaban balas, relinchos, cañones y alguna que otra<br />
pieza musical, como Me voy de soldado raso y La Adelita. Los interrumpió para salvaguardar la vida<br />
de los integrantes de su banda, que tanto había ya hecho diferentes las tardes y las noches de una<br />
población venida al mundo de la llanura desde el siglo XVI, y que, aparte del ya muy conocido<br />
repertorio musical revolucionario, se extasiaba escuchando: Poeta y campesino o Caballería rusticana,<br />
Caballería ligera, Los bosques de Viena, Aída y muchos valses. Todos se fueron a sus casas: el profesor,<br />
a prepara los arrullos para los nacimientos en San Francisco y a enseñar clases particulares tanto<br />
en la ciudad como en su lugar de origen. Y los otros señores, igual o a esperar la vuelta de mejores<br />
tiempos, mismos que terminaron de pasar en 1923, cuando de nueva cuenta fueron llamados a<br />
alegrar los jueves de una <strong>Celaya</strong> adolorida por los recientes cañoneos y la inmensa pérdida de<br />
miles de seres humanos en sus campos de guerra, pero ahora bajo la dirección del increíble músico,<br />
de Rincón de Tamayo también, don Francisco Maldonado, en cuyo lugar de origen la población le<br />
ha levantado un monumento, debido a su capacidad y la fama y prestigio que le dio al pueblo natal<br />
tanto aquí en <strong>Celaya</strong>, como en los Estados Unidos, adonde se fue a radicar y a componer música<br />
que seguramente allá le pagaron mejor.