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Floreció el Vergel... Sarita Montoya<br />
sables entre los religiosos y las autoridades, pagándoles muy bien por esa complicidad que es el<br />
silencio.<br />
EL MAESTRO IGNACIO GUIZA FUENTES<br />
“Fue mi descubridor, un gran hombre: culto, educado, muy cortés y hasta un poco<br />
pizpirieto… Muy joven daba clases en la preparatoria y en la secundaria, que estaban en la escuela<br />
que hoy se llama Morelos, pero también iba al guadalupano a darnos enseñanzas de gramática.<br />
¡Qué maestro! Tan respetuoso, tan alegre. Un día me dijo: a ver niña, usted la de la sonrisa de rosa,<br />
pase a declamar… Ese fue mi despegue literario; de ahí en adelante sólo he volado por los cielos<br />
azules de la inspiración, haciendo versos, a los pajarillos y a las demás cosas de Dios; a la madre<br />
Teresa de Calcuta y a Juan Pablo II... Corrían los años….cincuenta, sí, o acaso en el final de los<br />
cuarenta, porque si mal no recuerdo todavía no se accidentaba Pedro Infante y a mi papá le gustaba<br />
que le cantara esta canción que le traía recuerdos:<br />
Estaba un charro sentado<br />
en las trancas de un corral<br />
y el mayordomo le dijo:<br />
No estés triste Nicolás.<br />
O aquélla otra que tanto amaba, solo o acompañado, triste o alegre, sentado o de visita<br />
por los campos, en tiempo de lluvias o en las secas:<br />
El novillo despuntado<br />
del rancho del garambullo<br />
pero ay, ay, ay,<br />
a más de cuatro vaqueros<br />
les ha bajado el orgullo,<br />
pero ay, ay, ay,<br />
qué risa me da…<br />
Mi papá, don Guadalupe, a su muerte me dejó las dos haciendas: la de San Antonio y la<br />
de San Cayetano, cuyo casco tiene la forma de un castillo, más todas las acciones petroleras de su<br />
hermano, que, hasta la fecha, de nada me han servido… Mas estábamos con el maestro Guiza Fuentes,<br />
¡uf!, cuánto lo recuerdo: delgadito, no muy alto, con su bigotito negro, siempre amable aunque<br />
enérgico en sus clases, de zapatos finos, trajeado. Yo aprendí mucho de él; él me enseñó lo que es<br />
y lo mucho que vale la gramática, la rima y las metáforas… Entonces yo era una muchacha jovencita,<br />
de pueblo, en la que él se fijó por las cualidades que Dios puso en mi alma. Decía que yo era<br />
como una luna o blanca flor bañada de rocío... Poco a poco fue abriéndome este mundo en el que<br />
he escrito mis versos. Él mismo me hizo una semblanza, un como elogio, que le agradezco mucho.<br />
Ya desde entonces algunas personalidades como él veían en mí la gracia del artista, haya nacido en<br />
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