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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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padre Garcilita, eran ya famosos jefes guerrilleros en lucha por la causa de la Independencia de<br />

México.<br />

Ya en Salamanca, don Patricio pagó como nunca a sus trabajadores, los hizo ricos y él<br />

continuó realizando negocios en los que siempre favorecía a los más desprotegidos, creando aquí<br />

y allá asociaciones de apoyo a las comunidades e iglesias. Fue así que súbitamente los Valencia de<br />

Salamanca adquirieron haciendas, campos, fincas, ranchos, pueblos enteros y redoblaron su fama<br />

de filántropos, no sólo allí, sino aun en <strong>Celaya</strong>, Irapuato, Salvatierra, Acámbaro, Santa Cruz y<br />

tantas poblaciones más donde se hacían de posesiones. En Salamanca instalaron unos telares y<br />

vieron que aquél era buen negocio. De todas partes venían a visitarlos, sobre todo los clérigos,<br />

porque sabían que allí hallarían apoyo y recursos para alguna obra pía. Nacieron, así, sus fábricas<br />

de loza fina, textiles de variados géneros, haciendas ganaderas y agrícolas, tiendas y muchos<br />

comercios más.<br />

DON EUSEBIO GONZÁLEZ LÓPEZ<br />

Por esos tiempos llegó de España un apuesto joven de nombre Eusebio González López,<br />

natural de Iturria (Agüera de Iturriatz), del país vasco, a trabajar en la tienda principal de don Patricio,<br />

que seguía expendiendo tabaco, traído ahora por otros distribuidores. El muchacho conocía<br />

sobre cuentas y números, por lo que don Patricio no dudó en emplearlo. La gente murmuraba que<br />

aquél era hijo de él ¡qué casualidad que se parecían en lo güero, menos en el modo de tratar a las<br />

personas! Era lo que algunos suponían, nada más que al percatarse de la agria manera de dirigirse<br />

a los demás y ver cómo aquel mozo procuraba la amistad de Emeteria, se convencieron de que el<br />

asunto iba por otro lado. Y es que Eusebio se había enamorado locamente de la señorita Eme, como<br />

hipocorísticamente le llamaban a la hija mayor de don Patricio. Al grado que, sin ser rico y no tener<br />

a nadie que abogara por él, deseaba casarse con ella y traerla a vivir a <strong>Celaya</strong>, donde conocía a unos<br />

porquerizos de su tierra. Bueno, en otros puntos de la sociedad también se comentaban las reales<br />

intenciones del mancebo, pues él bastante guapo y ella algo feíta, hacían una pareja que por lo<br />

dispareja llamaba la atención, dando motivos para el dicho soez y la expresión sarcástica:<br />

-Si no hubiera malos gustos, ¡pobrecitas de las feas! –largaban por ahí.<br />

-En su tierra, tenía sueños de monarca en lecho de pordiosero.<br />

-De que el año viene bueno hasta los pastores ubran…<br />

Aventuraban otros.<br />

En los umbrales, la calle, la plaza, la parroquia, bebiendo, caminando, blasfemando,<br />

doblándose bajo el sol eterno de los surcos, todo el mundo hablaba de él. Fue precisamente su<br />

amigo Felipe Galatois, tintorero de la fábrica de textiles Cempoala, de <strong>Celaya</strong>, quien le prestó<br />

Emeteria Valencia<br />

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