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HISTORIAS PARA CONTAR LA HISTORIA<br />
Desde Herodoto hasta nuestros días, es posible que una de las ciencias que más definiciones<br />
ha recibido es la Historia. "Ciencia de los hombres", dice una, pero un historiador le hizo<br />
este añadido: "de los hombres en el tiempo". Cada generación de estudiosos ha ido agregándole<br />
otros flecos a esas acepciones. Y, en ciertas ocasiones, algunos de ellos han aspirado a eliminar<br />
-como los sociólogos de la escuela durkheimiana- no solamente el concepto sino que hasta su<br />
existencia como disciplina. Más cerca, un asesor político de Ronald Reagan, cuando éste fungió<br />
como presidente de los Estados Unidos, llegó a dictaminar en un libro tan fugaz como la moda,<br />
que ya había llegado "el fin de la historia". Tal fue el título de la obra, pero el ocaso y el olvido muy<br />
pronto recayeron sobre ella y su autor, Francis Fukuyama. A niveles muy primarios, muchos consideran<br />
que la historia sólo constituye un hilvanado de hechos que culminan en una batalla, en el<br />
nombre de un general, en una invasión militar o en una revolución. Volviendo a los historiadores<br />
merecedores de ese título, que han ampliado el cúmulo de contenidos que tiene esta ciencia, puede<br />
insistirse con ellos que el objetivo de la historia son los hombres y sus obras en un momento dado<br />
e inmersos en la atmósfera mental de su tiempo. Y el siempre vigente Marc Bloch, añade esta<br />
recapitulación que agrega un condicionamiento imprescindible a la historia: "una ciencia de los<br />
hombres en el tiempo y (que) tiene la necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los<br />
vivos" (Introducción a la Historia, p. 40). La ampliación del abanico de intereses que viene registrando<br />
esta ciencia, ha enriquecido también las acepciones que se tienen de ella. El mismo Bloch,<br />
Fernand Braudel con su concepción de mirar su desarrollo en grandes ciclos, Eric Hobsbawm<br />
quien con algunas de sus obras ya clásicas reinauguró el estudio y el interés por las capas y clases<br />
populares, entre otros, y algunos clásicos siempre vigentes han refrescado el viejo manantial para<br />
acercarnos al conocimiento del pasado. Nos referimos, asimismo, a esa tendencia o especialización<br />
historiográfica, dirigida a la investigación de lo que se ha dado en llamar "la historia de las<br />
mentalidades". Para ella los objetivos de estudio son las costumbres, la psicología y las ideas de<br />
una época y de los hombres, sus. prejuicios y las modas, los modos de vida de la gente. Para otros<br />
especialistas, esta forma de allegarse a los hechos pretéritos, son viejas formas de expresión que<br />
algunos llamaron "la pequeña historia", "la historia en pantuflas" -o "en ropas interiores", si se<br />
prefiere desvestida más- y que en nuestro país cuenta desde siglos pasados con muchos maestros<br />
y autores que ya son clásicos. Sin embargo, algunos profesionales o estudiosos que definen y<br />
defienden puntillosamente su oficio, no los consideran sus colegas. Además de etiquetarlos con<br />
adjetivos como frívolos o livianos -añaden- más valiera que se les llamara o conociera mejor como<br />
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