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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />

108<br />

sas celayenses. Sin faltar, por supuesto, el ingrediente de los comerciantes, que, con el mismo<br />

respeto, en las plazas y esquinas ofrecen algo de beber o de comer, estampas, velas, veladoras o<br />

algún otro recuerdo. El tema no es nuevo ni único de <strong>Celaya</strong>, ya en San Luis Potosí y Taxco, Gro.se<br />

llevaba a cabo desde los años cincuenta, mientras que en Europa data del siglo XII. Lo trascendente<br />

del asunto es que cada comunidad lo realiza a su manera, mezclando algunos elementos sincréticos<br />

para darle estilo y originalidad a la historia. En este sentido, la de <strong>Celaya</strong> es una Procesión del<br />

Silencio, digamos, normal, o casi normal, a diferencia de la de Taxco, que es realmente cruenta.<br />

Se ha condenado a la pena capital a un hombre justo. La tierra tembló a las tres. La<br />

humanidad entera ha sido redimida por esta sangre derramada y ahora, en cada ciudad, la gente lo<br />

recuerda rezando, llorando, vestida con los colores de la muerte, pero también de la esperanza.<br />

Primero va la imagen de Jesús, conocido a la vez como el Señor del Santo Entierro, después María,<br />

la del corazón siete veces atravesado por cuchillos. Y tras ellos las turbas investidas también de<br />

luto, con capuchas, capisayos, túnicas, cadenas y aun manojos de varas espinosas hiriéndoles las<br />

espaldas y los hombros. Flamean los estandartes de color morado, y los amarillos y los negros. Los<br />

pies que sangran y las rodillas escoriadas se dejan ver al paso de los fieles. Allí están para pedir<br />

perdón por ellos y por todos los que fueron redimidos en el Gólgota. El único rumor son las cadenas<br />

atadas a los tibillos de quienes apenas si pueden ya dar pasos bajo el inmenso peso de su fe.<br />

Un río de cruces negras recorre la ciudad. El viento ardiente agita los velos de las damas y hace<br />

temblar las llamas de las velas y los candiles que en cada gremio algunos portan. De pronto, se<br />

aprecia que todo se halla tinto en sangre, que el mundo entero gime y sufre bajo las plantas de<br />

tantos pies descalzos, purgando su destino o dándole una razón de estar tranquila a su conciencia.<br />

Todo es tristeza y soledad, pero al final, tras el rosario y algunos cánticos, los actores regresan a sus<br />

hogares, satisfechos por haber cumplido la penitencia, a conversar o ver la tele; y el pueblo se<br />

derrama asombrado de que ahora hubo más gente o que a lo mejor me animo también a salir yo el<br />

próximo VIERNES SANTO<br />

A las tres de la tarde<br />

el calor dio un par de brincos<br />

sobre nuestras cabezas<br />

y toda la sangre se hizo brasa.<br />

El ruido andaba de puntitas<br />

doblando calles,<br />

sólo la sombra de los mezquites<br />

estaba contenta<br />

con su respiración de espinas.<br />

La gente iba a esa hora<br />

con la lengua colgada de la sed,<br />

buscando un reloj<br />

para saber por cuál número

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