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Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />
144<br />
“endiablada”, la cual no era sino una pobre mujer joven, con aspecto de quien padece esquizofrenia,<br />
con los cabellos desordenados y araños, y golpes contusos en la piel. Así la describieron quienes,<br />
con mayor suerte, lograron estar cerca del zaguán del atrio por donde la metieron a una<br />
mazmorra del convento, dejando que la imaginación especulara.<br />
-Dicen que se la van a llevar a Roma. A que le hagan el exorcismo…<br />
-Escuché que vuela y rompe cadenas con una sola mano.<br />
La mañana del 18 aún permanecía la gente a la espera de verla salir hacia “Roma”,<br />
enjaulada, maniatada, adormecida por las anestesias que seguramente le habrían aplicado todos<br />
aquellos médicos que entraban y salían maletín en mano, custodiados por las fuerzas públicas.<br />
La expectación continuaría hasta las tres de la tarde del día siguiente, cuando la gente<br />
se convenció de que la mujer endemoniada ya no se hallaba en el convento, porque, extrañamente<br />
-se sabría después- huyó de sus guardianes, perdiéndose en la noche infinita de la leyenda de los<br />
túneles. A propósito, narra don Luis Velasco y Mendoza, en el tomo 3 de su monumental Historia<br />
de la ciudad de <strong>Celaya</strong>, que en 1885 vino a hacerse cargo del gobierno municipal un coronel de<br />
nombre Francisco Ruiz, el cual se destacó por la serie de grandes obras emprendidas y terminadas<br />
en los siete años que duró su administración (1885-1892). Escribe que en una de estas obras, llevada<br />
a cabo en el año de 1885, mientras empedraban la calle del beaterio (hoy Madero), se descubrió el<br />
gigantesco túnel que durante tantas generaciones ha alimentado la fantasía de chicos y grandes.<br />
Así lo explica él:<br />
“Al estar trabajando en el empedrado de las calles, cuando se practicaban algunas excavaciones<br />
en la calle del "Beaterio", que actualmente lleva el nombre de "Madero", se descubrió, cegándolo en seguida, el<br />
subterráneo que partiendo del Carmen, ponía en comunicación a la mayor parte de los templos de la ciudad;<br />
el cual, como se recordará, fue construido en el curso de la guerra por la Independencia, para que sirviera<br />
como camino de ronda y pasaje secreto a las fuerzas virreinales que defendían los puestos fortificados de la<br />
plaza, o sea los templos y conventos, de los repetidos asaltos que lanzaban los insurgentes. Y al ponerse ahora<br />
al descubierto este camino bajo tierra, corrieron muchas consejas entre la población, encargándose los<br />
elementos que se decían liberales, de enderezar sus ataques a la Iglesia Católica, atribuyéndoles fines aviesos<br />
a las diferentes órdenes religiosas, en el uso del mencionado túnel”.<br />
Pues bien, al paso de los meses y de los años, en una de las bocas de uno de estos “caminos<br />
subterráneos, la cual se abre a un lado de la Central de Abastos, se escuchaban lamentos,<br />
gritos, maldiciones. Y aun hubo quien llegó a ver entrar y salir corriendo a una mujer de cabellera<br />
enmarañada, destrozando a mordidas el cuerpo de algún gato o terminando de devorar la pardo<br />
figura de una rata muerta. Aún hay quien cree que aquella muchacha “poseída” no era sino una<br />
loca, y que esa noche, tras exorcizarla y torturarla, logró burlar a sus verdugos y se escapó por<br />
aquél túnel interconectado con muchos otros de los que habla el historiador Velasco. Y que durante