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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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Al Furor de las Palabras<br />

Se preguntaban todos, sin saber que el “celoso” agente de tránsito, en “cumplimiento<br />

de su deber”, a dos calles de la iglesia había detenido a Luis, dizque por ir manejando demasiado<br />

rápido, entreteniéndole con la volandera imaginación de que, dada la premura del caso, aquél lo<br />

recompensaría con algún dinero. Sólo que Luis no llevaba ni un centavo en la bolsa, Beatriz tampoco.<br />

Entonces él le habló al hombre, dándole su palabra de que en cuanto cumpliera con su deber<br />

de hermano mayor, le pagaría lo que quisiera. Pero el taimado “servidor público” no se tragó el<br />

anzuelo, manteniéndose firme. Fue cuando Luis, ante las incontenibles lágrimas de su hermana,<br />

cogió una de las arras de oro y se la entregó al corrupto hombre, la cual éste aceptó de muy buena<br />

gana y sin siquiera una sonrisa, ni remordimientos, ni preguntas.<br />

ALAS ROTAS<br />

Así era Luis Velasco y Mendoza: hombre de gran respeto y cariño por el suelo que lo<br />

vio nacer y por toda la geografía e historia del territorio mexicano; agradecido con la vida y aceptado<br />

por todos los que lo conocieron y trataron. Nunca nadie acudió a él en busca de un consejo o<br />

un apoyo sin obtener una palabra de consuelo. La bonhomía era su signo. La discreción su emblema.<br />

Admirador de Napoleón, a quien buscaba y seguía con denuedo en sus lecturas y relecturas de<br />

la inmortal obra de Víctor Hugo Los miserables, así como en la de Stendal, La cartuja de Parma, piezas<br />

de arte histórico y literario mayor, donde los personajes y los rostros, las luces y las sombras, -a<br />

todos los que por los caminos de la humanidad no van vacíos de lo bello- suelen causar asombro y<br />

novedad. Devoto del emperador de los franceses, pero también de Hidalgo, Allende, doña Josefa,<br />

Guerrero y el Siervo de la Nación José María Morelos. En este complicado mar de termas, que son<br />

los sentimientos, trabó amistad con (el hoy) San Rafael Guizar y Valencia, obispo de Jalapa, y el<br />

dicharachero, jocoso, inteligentísimo arzobispo primado de México don Luis María Martínez, de<br />

quien se afirma que le regaló este epigrama, cuando Luis Velasco le confesó acerca de ciertas actitudes<br />

de la compañía para la que había trabajado y servido durante muchos años:<br />

No te aflija su desdén<br />

ni tales ingratitudes,<br />

en la tierra cada quién<br />

siembra o no siembra virtudes.<br />

A las regiones del cielo,<br />

hondas, lejanas, remotas,<br />

nadie llevará una Sínger,<br />

no hay que coser alas rotas.<br />

EL CARTERO DEL PRESIDENTE<br />

Era tanta su honradez, que no se atrevía a pedirle nada a nadie, ni siquiera al Presidente<br />

de México, con todo y que éste era el esposo de su hermana Beatriz, y que él personalmente con<br />

frecuencia se ponía a sus órdenes para lo que se le ofreciera. Aparte de que ambos eran muy<br />

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