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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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Floreció el Vergel... Sarita Montoya<br />

de los Martínez, le había comprado la propiedad a don Joaquín Velásquez de León, cuyo último<br />

antepasado la había heredado directamente de un descendiente del español Tamayo, el cual habrá<br />

llegado a la región con una mano atrás y otra adelante, como tantos señores que después se dijeron<br />

marqueses y hasta príncipes, y que, cuando mucho, sabían trazar su nombre con un pedazo de<br />

carbón sobre una piedra blanca.<br />

DE CÓMO, EN 1721, NACIERON LOS PUEBLOS DE CORTAZAR, RINCÓN DE TAMAYO,<br />

JUVENTINO ROSAS Y VILLAGRÁN<br />

Fueron fundados en el mismo mes, en el mismo año: mayo de 1721. Sus antiguos nombres<br />

eran: El Guaje, Amoles, Comontuoso y San Bartolomé del Rincón). Pero de los cuatro, sólo<br />

uno no llegó a ser municipio libre.<br />

Los demás sí alcanzaron esta autonomía. La orden de fundación había sido dada por el<br />

virrey Don Baltasar Zúñiga Sotomayor y Mendoza, cuando en España reinaba Felipe V, quien<br />

gobernó hasta 1724. Pero esta historia parte de más atrás, desde que don Francisco Fernández de<br />

la Cueva, entre los años de 1653 y 1660, era virrey de México y, aparte de haberle concedido a<br />

<strong>Celaya</strong> el título de Muy Noble y Leal Ciudad con derecho a escudo y blasón, quiso, además, fundar<br />

estos pueblos para darles autonomía, tanto económica como religiosa, sólo que los encomenderos<br />

y estancieros de la región, en contubernio con el alcalde mayor de <strong>Celaya</strong>, no lo permitieron, por<br />

no convenir a sus intereses de ricos explotadores de la gente humilde. En esos tiempos, gran parte<br />

de estos territorios le pertenecían a don Diego de la Cruz Saravia, descendiente del renegado<br />

cacique otomí don Juan de la Cruz Saravia, a quien la Corona le había premiado sus favores,<br />

prestados al gobierno virreinal, con latas encomiendas y permisos para el uso de ropa, dioses y<br />

nombre cristianos. Dicho don Diego era dueño de la hacienda de La Labor, en Apaseo, y poseía un<br />

molino para trigo en el Guaje (hoy Villagrán), donde a su vez había fundado la hacienda de San<br />

Andrés Zamorano. Por supuesto que todos los terratenientes se oponían a la fundación de estos<br />

pueblos y pugnaban porque el virrey no se enterara de las peticiones que le hacían los naturales,<br />

mismas que afectaban sus proyectos expansionistas, pues, de llevarse a cabo las fundaciones, se<br />

perderían las inmensas rentas anuales que ellos obtenían allí de una manera cómoda y sencilla.<br />

Toda la segunda mitad del siglo XVII había sido el ruego común de los indios y los religiosos, sin<br />

que nadie les hiciera caso, debido al secuestro de la documentación respectiva por parte del alcalde<br />

mayor y sus cómplices en el negocio del engaño y el desprecio a quienes aspiraban a una vida más<br />

digna y libre de gabelas y demás cargas. Para 1711, los naturales, aconsejados y apoyados por los<br />

religiosos de San Francisco, seguían insistiendo en su petición al virrey, ahora don Fernando de<br />

Alencastre Moroña y Silva, Duque de Linares y Marqués de Valdefuentes, quien se hizo cargo del<br />

gobierno de la Nueva España de 1711 a 1716. A los sacerdotes de la Villa de <strong>Celaya</strong> les convenían<br />

las fundaciones porque al levantarse iglesias en esos parajes, la influencia evangelizadora sería<br />

más efectiva y ellos ya no tendrían que caminar largas jornadas. Pero pasó el tiempo del Marqués<br />

de Valdefuentes sin que hubiera eco alguno a tan injustas y reiteradas solicitudes, hasta que vino<br />

don Baltasar Zúñiga Sotomayor y Mendoza, Marqués de Valero, Duque de Arión, en 1716, y antes<br />

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